AMENAZADOS. Más del 20% del territorio deforestado en la Amazonía del
Perú en la última década se concentra en la región San Martín. La superficie de
bosques destruidos -equivalente a cinco veces el tamaño de Singapur– ha puesto
en peligro de extinción a un primate que vive acechado por la caza ilegal: el
mono tocón. Sus únicos defensores son un grupo de ex cazadores amenazados por
las mafias.
La heroicidad no radica en el destino. Arnaldo Paredes García –47 años,
hijo de la región San Martín, padre de familia, ex cazador– cree
en las decisiones. Pudo seguir matando animales o talando el bosque para abrir
más campos de cultivo, pero un día hace siete años decidió dejar de hacerlo.
“Cuando yo era cazador mataba tocones. Andaba con mi escopeta y los monos se
tapaban la cara con sus manitos. Ellos temen a la muerte, tienen miedo como
nosotros. Es mentira eso de que los animales no sienten”. Arnaldo pudo dejar
que todo siguiera igual, no ganarse enemigos y evitar agresiones, pero hubo
algo –la desaparición de los bosques o los recuerdos de los gestos desesperados
de estos animales al morir– que lo hizo desafiar ese orden. La heroicidad
radica en rebelarse.
El mono tocón es una de las tres especies de primates únicas del Perú,
habita solo en la región San Martín y desde el año pasado se encuentra
en peligro crítico de extinción.
Arnaldo, que no cree en el destino, acepta que con el tocón parecen haberse
ensañado todos los malos azares: el 50% de su hábitat ha sido deforestado, la
gente los mata para comer o venderlos, no se desplaza dentro de un área natural
protegida por el gobierno peruano y vive acechado por cazadores ilegales. Arnaldo
Paredes, un hombre de baja estatura, trato amable y fortaleza
inquebrantable, cuida uno de los últimos pedazos de vida de la región más
deforestada de la Amazonía peruana: tiene una concesión privada de conservación.
Lo que sucede en San Martín explica el impacto de la
deforestación en el Perú. “Sin bosques no hay lluvias. Uno se da cuenta.
Y si no hay lluvia no hay vida. Se ha talado y deforestado demasiado”, dice
Arnaldo. Las últimas cifras del Programa Nacional de Bosques del
Ministerio del Ambiente estiman que entre el 2003 y el 2013 el Perú perdió
1'306.507 hectáreas de bosques amazónicos, aun cuando la tasa anual se ha
reducido ligeramente. De este total, lo destruido en San Martín representa
más de la quinta parte: tres veces más que en Madre de Dios (devastada
por la minería ilegal), cinco veces el tamaño de Singapur, 30 veces la
ciudad de París.
Una de las primeras víctimas de esta destrucción es el mono tocón. El
2008 Arnaldo Paredes y sus otros cinco socios solicitaron al gobierno
regional de San Martín una concesión para conservar uno de los últimos
bosques secos tropicales amenazados por la deforestación, el tráfico de tierras
y la caza ilegal. La denominaron “Ojos de Agua”, por los hoyos naturales que se
forman en la única quebrada del bosque.
El 2010 –luego de una larga batalla burocrática– obtuvieron por 40 años
la concesión de 2.400 hectáreas ubicada en el distrito de Pucacaca, provincia
de Picota, y desde entonces protegen aquel pequeño ecosistema en el que habitan
los monos tocón, otros primates, cientos de especies de ranas y aves, y
animales cada vez más difíciles de observar como el otorongo.
UNA ESPECIE ACORRALADA
Al final de la tarde y antes de dormir el mono tocón se acomoda en las ramas
más altas de los árboles y entrelaza su cola con los miembros de su familia.
Lo hace para estrechar sus vínculos familiares. Los biólogos dicen que ningún
otro primate de su especie cumple con este ritual de afecto. El nombre
científico de este pequeño primate de abundante pelaje, ojos saltones,
monógamo y de solo 30 centímetros de tamaño es Callicebusoenanthe (mono
bonito). Come frutos, insectos, hojas y flores, y en su camino
dispersa las semillas que garantizan la diversidad del ecosistema. Los aguajún
lo conocen como Sugkamat. Todas las mañanas el grupo vocaliza unos persistentes
sonidos para demarcar su territorio frente a otras familias. Nunca abandona
a los suyos.
Es muy temprano en la concesión “Ojos de Agua”, a solo tres horas
de Tarapoto, y desde lo alto de los árboles se oyen las vocalizaciones
matutinas de decenas de estos primates. Arnaldo nos pide caminar despacio y en
silencio para no asustarlos, pero de pronto los monos se callan y solo el ruido
de los insectos se mantiene. “Han entrado cazadores, ¿escuchan?”,
murmulla con rabia. Los ladridos de dos perros se filtran a lo lejos. “Están
cerca, pasarán por acá”, dice y sujeta su machete con fuerza. Apenas unos
segundos después dos perros se asoman al camino. Arnaldo corre tras ellos y los
asusta. El cazador ilegal permanece agazapado en algún lugar del bosque que no
vemos. “Mejor nos vamos, no podemos hacer más, ellos siempre van armados de
escopetas”. Aquella mañana no volvimos a escuchar más a los tocones.
Durante mucho tiempo este primate se desplazó libremente entre las
cuencas del Alto Mayo, Bajo Mayo y el Huallaga central,
ubicadas entre los 800 y los 1.200 metros sobre el nivel del mar,
pero la agresiva deforestación y la penetración de carreteras durante la última
década redujeron su hábitat a pequeñas islas de bosques y pusieron en peligro
el intercambio genético y la supervivencia de su especie. Una de esas islas es
“Ojos de Agua”, que está acorralada por sembríos de maíz y enormes granjas de
pollos.
¿Qué hace a esta especie tan vulnerable? “A diferencia de las otras 19 que están en
peligro crítico de extinción en el Perú, el tocón no cuenta con áreas de
bosques protegidos por el gobierno, solo con esfuerzos privados como “Ojos
de Agua”. “San Martín tiene cuatro áreas naturales protegidas, pero ninguna
es habitada por los tocones”, dice Alexander Amasifuén, ingeniero del Proyecto
Mono Tocón, organización civil que educa desde el 2007 a las comunidades
indígenas y poblados sobre la importancia de este primate.
Esta especie es endémica del Perú, pero lo que la ciencia sabe
sobre ella es aún muy poco. Fue descubierta en 1924 por el investigador
británico Thomas, en Moyobamba, pero solo 83 años después se conformó
una expedición científica de largo plazo a cargo del Proyecto Mono Tocón para
investigar su distribución, taxonomía, biología y el estado de conservación de
la especie.
“Ahora sabemos que sus grupos familiares están compuestos por dos o tres
crías. La especie es muy frágil, por eso lo que se busca en este momento es
priorizar la investigación de los corredores biológicos para salvaguardar el
desplazamiento de los tocones”, explica Amasifuén.
AMENAZAS AL CAZADOR
Un cazador ingresa al monte con una escopeta y un perro, pero no cualquier
perro. Este será grande y ágil. Cuenta Arnaldo, recordando viejos tiempos,
que un cazador selecciona y adiestra al can que irá con él tras la presa.
La cacería ilegal está acompañada de macabros rituales: a los perros se los “cura”.
“Cuando el cachorro nace se lo cura dándole un caldo preparado con las vísceras
del animal que deberá cazar. Si buscará venados, deberá entonces comer las
tripas del venado, si irá tras los monos, comerá vísceras de mono”.
Todos los días Arnaldo y sus socios escuchan los finos ladridos
de los perros que ingresan con sus amos a su concesión. “¿Qué podemos
hacer? Ellos ingresan armados. Nosotros no podemos defendernos, los denunciamos
pero no nos hacen caso”. El malestar de Arnaldo alude a la impunidad con la que
operan estas mafias en San Martín. Apenas dos semanas antes de que
Ojo-Publico.com visitara esta zona, un grupo de desconocidos masacró a balazos
a una docena de sajinos que criaba uno de los socios de Arnaldo.
“Dejaron un gran charco de sangre, todos los animalitos tenían disparos
de escopetas en la cabeza”. Fue un acto de venganza.
El último atentado ocurrió también hace solo unas semanas. Un grupo de
cazadores asesinó a un otorongo dentro de la concesión y se lo llevaron para
ofertar luego su piel. Arnaldo y sus socios llamaron a la policía y a la
fiscalía ambiental. “El cazador dijo que mató al otorongo en defensa propia,
pero el pobre animal tenía una bala en el cuello, lo cazó para vender su piel y
la fiscal no hizo nada. Yo creo que ese fue el último otorongo de estos
bosques”, dice con pena Arnaldo.
EL TRÁFICO DE ESPECIES ES UNO DE LOS NEGOCIOS ILEGALES MÁS BOYANTES EN
LA AMAZONÍA DEL PERÚ
Al mono tocón lo cazan para venderlo como mascota o alimento. Esta
amenaza permanente y la destrucción de su único hábitat en San Martín
–región que ha incrementado su población en casi 8 veces por la masiva
migración procedente de Cajamarca y Amazonas en los últimos 60
años– hicieron que la Unión Internacional para la Conservación de la
Naturaleza (UICN) lo declare como una de las 25 especies de primates más
amenazadas del mundo. De los 45 tipos de primates que se encuentran en
el Perú, las tres únicas endémicas están en San Martín. Además del tocón,
están el mono choro de cola amarilla y el mono nocturno.
¿Por qué un hombre decide un día enfrentarse a los cazadores y conservar
un bosque? “Esto de aquí no es solo para
nosotros, es para el mundo. Queremos que cuando nuestros hijos crezcan conozcan
lo que también nosotros conocimos, las mismas plantas y animales”, señala Arnaldo.
El mono tocón es una de las primeras víctimas de la deforestación. Pero
no la única. “Muchas personas han tenido que dejar sus hogares por la falta de
agua. El humano puede mudarse y migrar, pero estos primates no habitan las
zonas de altura, ellos se están quedando acorralados, sin posibilidades de
sobrevivir”, insiste el especialista del proyecto.
La tarea de enfrentarse no ha sido fácil. Las agresiones y amenazas contra
los socios de “Ojos de Agua” son constantes. “Solo el día que matemos a
uno de ellos vamos a dejar de cazar”, les han dicho. Hace dos años recibieron
uno de los atentados más severos: les incendiaron el albergue donde reciben a
los investigadores y turistas que llegan a Pucacaca para conocer la
biodiversidad de la concesión. La vivienda construida de madera y paja ardió
por horas. Al costado de las cenizas los cazadores ilegales les dejaron un
macabro mensaje: vísceras y restos de animales expuestos a un costado de la
casa. También dejaron los bidones de combustible.
“Nos han hecho esa maldad pensando en aplastarnos, pensando en que
dejaremos de cuidar el bosque, pero eso nos dio más ganas de seguir. No nos
detendremos”, dice Arnaldo, sentado ahora en la casa que reconstruyó con sus
socios y el apoyo de la cooperación internacional. Las amenazas persisten y no
hay ninguna persona detenida ni denunciada penalmente por este hecho.
Arnaldo Paredes y sus socios continúan peleando solitariamente.
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