Con Malcomidos investigó
en profundidad la industria alimentaria. Ahora Soledad Barruti prepara un
segundo libro sobre la relación de esa industria -cada vez en menos manos- con
las nuevas generaciones de todo el continente.
Escribió un librazo. Hay
quienes piensan que sólo trata de lo que comemos o deberíamos comer. Pero
Malcomidos es mucho más: una minuciosa investigación al interior de la
industria alimentaria, a las formas productivas impuestas y a los acuerdos
políticos que no reparan en las necesidades de las personas.
Ahora Soledad Barruti está
terminando otro libro. Se publicará en agosto y va más allá: la relación de esa
industria con las nuevas generaciones de Latinoamérica. “Hay una región que
está viviendo el mismo proceso de conversión de su cultura alimentaria hacia
una cultura de supermercado cada vez más rotunda. Trata de eso, de entender qué
es lo que le estamos dejando a los chicos”.
¿Vos lograste hacer el
cambio, ya no vas al supermercado?
No, salvo que me quede sin
piedritas para el gato o papel higiénico. Cuando empezás a entender el sistema
no vas más. Todo es así. Hasta la pasta de dientes...Cuando leés qué tienen, no
solo que no hace falta comprar Colgate, sino que no está nada bueno comprar
eso. Todo está hecho para que, con la menor inversión posible, tengan la mayor
ganancia. Con ingredientes malísimos, la mayoría compuestos químicos para
hacerte creer que estás llevando eso que dice el envase. Te venden todo el
tiempo cualquier cosa. Y la gente se pone detergente en el pelo y cree que eso
le va a dar vuelo. No es verdad que no hay opciones. Hay, y buenísimas y naturales.
A veces el ritmo de la
ciudad hace difícil esa búsqueda.
No, hay que dar el saltito
y está todo ahí. Yo de verdad que nunca más tuve que entrar a un supermercado.
¿Ese sería un primer paso?
Sí, el supermercado es el
peor escenario posible para adquirir comida. El primer paso para cualquier
cosa. Para salir de la alienación, para ser feliz, para darte cuenta de que eso
no está bien. ¿Pero después qué hacés? Obviamente las personas, en la
desesperación por el precio, lo primero que hacen es buscar precios más
baratos. Pero eso no te libera de un montón de otros problemas que trae esa
comida. Se necesita que haya cierta ética alrededor de la comida, cierta
proyección de algo mejor. Por ejemplo, yendo al Mercado Central, seguro que vas
a comprar más barato, y te das cuenta lo que te están estafando los dueños de
Carrefour. Pero en el Mercado Central también están estafando al productor, al
laburante. Hay una gran estafa permanente en el campo, en la que uno buscando
solo el precio, es inevitablemente cómplice.
Y además seguimos comiendo
mierda.
Y sí, si comprás un maple
de huevos a 30 pesos...Porque existe ese precio, ¿pero cómo se produjeron esos
huevos? ¿Cuál es el verdadero precio de esos huevos? Se ve cada vez que se hace
una investigación puntual sobre el tema. Detrás de esos huevos hay personas
esclavizadas, gran cantidad de animales hacinados, gran cantidad de
agroquímicos para controlar esos animales, a los que se les da una comida de
mierda. Termina resultando en un huevo de mierda. Y todo eso está alrededor del
precio. Obviamente estamos en un país con un 40 por ciento de pobreza y hay un
montón de personas que no pueden salir de eso, o que ni siquiera pueden acceder
a esos huevos. Acceden a la harina, al aceite, al azúcar y con eso hacen magia.
Pero también ahora al haber más información sobre los ingredientes, cuando vas
a los barrios empezás a ver otros tipos de organización ...
¿Cómo cuáles?
El armado de huertas, por
ejemplo. La mayoría son personas que vienen de saber trabajar la tierra, y no
tienen cortados los vínculos con eso. Pueden utilizar sus recursos para generar
una realidad diferente. Hay huertas super interesantes en las villas, un
montón. Todas esas cosas son mejores. Y después cooperativas de trabajo, como
Iriarte Verde y tantas otras, que apuestan a otra forma de economía. Lo que
están planteando es “no paguemos salarios de miseria y no pidamos precios de
miseria para nuestros productos”. Tenemos la responsabilidad de pensar dietas
alrededor de nuestro sistema ético y preguntarnos: ¿Se puede comer carne todos
los días y buscar el mejor precio?. La respuestas es no. Por eso hay que pensar
menúes diferentes. Es posible si salís del supermercado y dejás de comprar
galletitas. La balanza económica en ese sentido empieza a cambiar: lo que pasa
es que estamos presos de una dieta que no está buena, y que es cara.
Y a su vez alimentamos un
negocio cada vez en menos manos.
La concentración
empresaria, el gran conglomerado corporativo se da en todos los niveles que
tocan nuestra alimentación. Vos tenés diez grandes marcas que manejan el
consumo en góndolas, y tres semilleras que concentran el negocio de
agroquímicos y de semillas. Se fueron concentrando. Antes eran diez, ahora son
tres. Cuando saqué el libro era Monsanto y Bayer, ahora son Monsanto-Bayer.
Estaba Syngenta y ChemChina, ahora son ChemChina-Syngenta. Se van juntando, y
lo más probable que algún día sean solamente una. Y cuando más salvada esa
corporación, más monstruo se vuelve.
Y más violento.
Cada vez más, y uno ve que
el sistema se instala sin que haya ningún tipo de problema. Por ejemplo, el
asesinato de líderes y activistas tierra adentro, en Latinoamérica. Van matando
a 120 por año. Solamente en Amazonas, en Brasil, matan a 90 personas por año.
Son indígenas y campesinos que se quieren quedar en defensa de su
territorio. Y cuando los matan, los corren. ¿Y quiénes aparecen después? Las
mineras, las petroleras y sobre todo el agronegocio. Está requetecontra
comprobado que cuando la tierra cambia de manos, perdemos todos. Y hay pocas
herramientas para defender eso. Que la defensa caiga solamente en ONG, tampoco
es una opción. La mayoría de las grandes ONGs también termina haciendo acuerdos
con las grandes empresas. Entonces cuando mirás ese escenario, es muy triste.
Hay un pueblo en Córdoba (Colazo) que se lo está tragando el suelo. Se está
derritiendo porque es tanta la cantidad de soja y cómo cambiaron las napas de
agua. Es terrible... Y después entrás a un supermercado y ves que la gente está
anestesiada, no lo ven.
En Malcomidos se ve cómo,
más allá de muchas políticas progresistas, el kirchnerismo no hizo más que
profundizar el modelo del agronegocio. Ahora, encima, está Etchevehere al
frente del ministerio de Agroindustria...
Es un subrayado de los
mismo. La idea de que el desarrollo impone un modelo productivo es
absolutamente errada y suicida, pero es el modelo que tienen todos los
gobiernos de la región. Hasta el de Evo. Vas a Bolivia y te dicen que no hay
soja transgénica, pero yo volé en varios avioncitos y ves hectáreas y hectáreas
de soja. Y no pararon de deforestar, por eso ahora se inunda todo el norte. Y
andás por los pueblos y la comida es riquísima pero lo que come la gente es el
mismo pollo de mierda, industrial. Con la misma papa, la misma Coca Cola. Está
esa idea de que solamente la industria y el agronegocio da trabajo y que lo
otro es un retroceso. Y que somos países en vías de desarrollo permanente y que
el desarrollo se consigue por esos medios. Hay gente que dentro de ese discurso
puede parecer un poco menos siniestra, y gente como Etchevehere, que decís, “ah
bue, pusieron al Guasón”. Lo que sí por lo menos es más evidente. Lo que pasaba
con el kirchnerismo es que había un montón de buenas almas confundidísimas.
¿A qué te referís?
No entendían. Por ejemplo
yo fui a un montón de medios y en todos, todo bien, pero en el único lugar
donde me bajaron tres veces fue en Canal 7. Estaba invitada en un programa y
alguien llamó y me tuve que ir. Estuve en Canal 13, en Metro -incluso
auspiciada por Monsanto-, y en en cantidad de canales, pero en Canal 7, durante
el kirchnerismo, era imposible hablar de determinadas cosas, como por ejemplo
del agronegocio.
¿Cuánto tienen que ver los
medios en que no se hable de lo que hay que hablar en cuanto al sistema
alimentario?
Por un lado obviamente
está la conveniencia comercial de contar una sola manera de desarrollar
negocios alrededor de la producción de alimentos y todo lo que es nuestra
alimentación. Eso está y es evidente, están los suplementos de agronegocios de
los diarios, están las marcas como espónsors de los espacios periodísticos.
Pero es una lectura un poco parcial. Porque eso son los medios, pero después
están los periodistas, que somos individuos que, la gran mayoría nos gusta
nuestra profesión, nos gusta lo que hacemos, y en ese sentido lo que fui
encontrando a medida que avanzaba en la comunicación del trabajo que había
hecho, fue al contrario. Una apertura enorme, en diferentes espacios y una gran
recepción. Obviamente gente negada hay en todos lados, que no se interesa por
el tema y que prefiere quedarse con la versión Cormillot de la vida.
¿Qué sería la versión
Cormillot de la vida?
La comida con calorías,
que no hay otra manera de darle de comer al mundo que ésta, sino la gente se
moriría de hambre. Toda esa gran versión mentirosa que nos hace creer que no
hay otra salida está instalada en muchas personas.
¿En la región hay
políticas públicas para bajar el consumo en supermercados o comer realmente
mejor?
De comunicación sí. En
Brasil, en Chile están haciendo un montón desde el Ministerio de Salud. Chile
hizo todo un sistema de sellos para rotular la comida y explicar a la población
que tenía la comida ultraprocesada. Brasil hizo dietas alimentarias que rigen
políticas públicas que buscan desalentar a las personas que vayan a los
supermercados y pidiendo que vayan a los mercados. También es interesante el
plan de compras a cooperativas en San Pablo, que el mismo gobierno se vuelve
comprador y le da privilegios a los que estén produciendo con agroecología u
orgánicos. Y esa es la comida para los comedores de los colegios. Todo eso
está. Pero a su vez, en Chile al mismo tiempo las salmoneras son megafuertas,
las mineras son megafuertes. En Brasil el agronegocio ni hablar. Se están
comiendo toda la selva y están haciendo estragos.
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