El asesinato de Olivia Arévalo se ha producido como
parte un proceso de mercantilización de la ayahuasca, los riesgos del turismo
shamánico y de un nuevo ciclo de violencia en la Amazonía, sostiene Róger
Rumrrill.
Servindi, 7 de mayo, 2018.- Al transcurrir los
días desde aquel fatídico 19 de abril, diversas discusiones han tenido lugar en
torno a las muertes de Olivia Arévalo y Sebastian Woodroffe.
Mientras los hechos y responsabilidades van tomando
claridad, hoy se sabe que fue Woodroffe quien atentó contra Olivia, aunque aún
se desconocen las causas.
Sin embargo un tema de fondo reclamaba atención: la
práctica del turismo shamánico y sus riesgos dentro de un contexto de creciente
violencia en la Amazonía.
A continuación, una reflexión del experto en
temas amazónicos Róger Rumrrill.
La muerte de
Olivia Arévalo: la mercantilización de la ayahuasca y el turismo shamánico
Por Róger Rumrrill
El asesinato de la maestra curandera
Shipibo-Conibo-Shetebo, de la familia etnolinguística Pano, Olivia Arévalo
Lomas, en Yarinacocha, Pucallpa, el jueves 19 de este mes, ha puesto en el
centro de la atención nacional e internacional temas como el shamanismo o
curanderismo y el uso de la ayahuasca (Banepteriosis caapi), la
mercantilización de este alucinógeno ritual y de uso milenario y ancestral en
las culturas amazónicas y un contexto de violencia que en Ucayali ha costado ya
la vida a decenas de líderes y lideresas indígenas.
Existen varias hipótesis sobre las razones o motivos
que llevaron al presunto asesino de Olivia Arévalo,el canadiense Sebastian
Woodroffe, linchado y muerto en la comunidad religiosa intercultural “Victoria
Gracia”, cerca de Yarinacocha.
Una de las hipótesis, entre otras que las autoridades
investigan, es que uno los hijos de Olivia, Julián Vásquez Arévalo, recibió un
préstamo de 1000 dólares y una computadora laptop de manos del canadiense
Woodroffe. El préstamo, según la versión, debería ser pagado con la entrega de
un niño o niña.
El hijo de Olivia, de acuerdo a la misma versión,
nunca pudo cumplir su compromiso y por ese motivo el canadiense visitaba
frecuentemente la comunidad evangélica de “Victoria Gracia”, de día y de noche,
provocando la cólera y rabia de los comuneros que, en tres ocasiones, lo habían
capturado y entregado a la policía que siempre lo dejaba libre.
Hasta que el jueves 19 de abril llegó en una moto
lineal a “Victoria Gracia” a mediodía en busca de Julián Vásquez Arévalo y al
no encontrarlo, enfurecido, fuera de sí, obligó a Olivia Arévalo Lomas a cantar
un mariri, una canción ritual que interpretan los curanderos o curanderas
cuando hacen curaciones con la purga, una combinación de ayahuasca y
chacruna, y que luego la disparó en el pecho, matándola.
Los disparos fueron escuchados por algunos pobladores
que, al ver a la maestra curandera sangrando en el suelo, llamaron a gritos a
otros pobladores y cercaron y atraparon a Woodroffe que, para su mala suerte,
no pudo huir porque su moto lineal no arrancó.
Lo lincharon y enterraron. La muerte del canadiense se
mantuvo en secreto hasta que un video registrado por un celular fue
transmitido en un medio de comunicación de Pucallpa y puesto en las redes.
Mercantilización de la ayahuasca y violencia en
Ucayali
La muerte del canadiense Sebastian Woodroffe revela,
además, una serie de cambios que se están produciendo en la cultura y el
sistema de la medicina tradicional: el turismo shamánico y la
mercantilización del uso de la planta maestra de la ayahuasca y otras plantas
curativos.
Tanto Olivia Arévalo Lomas como el canadiense
Sebastian Woodroffe fueron víctimas de este proceso que ya ha costado la vida
de decenas de curanderos amazónicos en las últimas décadas.
De acuerdo a las versiones que se han hecho
públicas, Woodroffe era un adicto a las drogas que llegó a la Amazonía con la
intención de curarse de su adicción a las drogas con la planta maestra de la
ayahuasca.
Como Woodroffe, muchos europeos y estadounidenses y
ciudadanos de otras nacionalidades y lugares del mundo, víctimas de las mayores
y peores enfermedades de la sociedad humana del siglo XXI, atrapados por la
pandemia del consumismo y la soledad por el vacío que genera una sociedad sin
paradigmas, sin valores y obsesivamente individualista y materialista, llegan a
Amazonía para curarse.
Algunos de ellos, luego de algunas experiencias,
intentan convertirse en shamanes o curanderos sin cumplir las reglas
tradicionales y rigurosas que impone el ritual ayahuasquero: la dieta, es
decir, las severas restricciones y prohibiciones sexuales y alimenticias.
Otra de las causas del fracaso de los aprendices de
shamanes es su persistencia en seguir usando las drogas de mayor consumo en las
sociedades industriales: cocaína, marihuana, mescalina, éxtasis, heroína y
otras.
Además de estos intentos de aprendizaje frustrado del
curanderismo o shamanismo, también muchos de estos usuarios de ayahuasca
procedentes del Primer Mundo e incluso de países de África y Asia, son víctimas
de los falsos shamanes o curanderos, sujetos inescrupulosos e inexpertos –con
excepciones– que operan en las decenas y centenares de albergues
turísticos a lo largo y ancho de la Amazonía y cuya principal oferta
turística es un vuelo o viaje shamánico.
El autor de esta crónica y la famosa antropóloga
estadounidense, una de las pioneras mundiales del estudio de la ayahuasca,
Marlene Dobkin de Ríos, recientemente fallecida, estudiamos el turismo
shamánico y la mercantilización del ritual de la ayahuasca durante las dos
últimas décadas.
El estudio ha sido titulado A Hallucinogenic
Tea, Laced with Controversy. Ayahuasca in the United States, publicado en
el año 2008 por Praeger Publisher en EEU.
En ese estudio, los autores anticipan de lo que viene
ocurriendo en la Amazonía con la mercantilización del alucinógeno y el turismo
shamánico: falsos e inescrupulosos shamanes que alteran la combinación
bioenergética ideal entre ayahuasca (Banisteriopsis caapi) y chacruna
(Psychotria viridis) con otras sustancias extrañas provocando reacciones
psicológicas extremas en los usuarios que los pueden llevar al crimen o al
suicidio.
Ya hay una larga lista de muertos entre los usuarios
extranjeros víctimas de este tráfico y mercantilización de la ayahuasca.
El otro gran riesgo es que, tal como lo planteamos en
el libro citado, en el capítulo El poder de las plantas y las plantas y el
poder, los prohibicionistas a ultranza que se multiplican en el mundo con la
oleada conservadora, inicien una campaña mundial del uso del ayahuasca,
comparando al uso ritual de la planta con el tráfico de la cocaína y la
heroína.
El asesinato de Olivia Arévalo se ha producido como
parte de este proceso de mercantilización de la ayahuasca,de los riesgos
del turismo shamánico y de un nuevo ciclo de violencia en Ucayali y la Amazonía.
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