El médico falleció. Alguien comenta en el perímetro de
la multitud: “Pensé que el médico no muere, porque cura a las personas enfermas
y gracias a su recomendación el paciente vive”. Los comentarios abundan: “Si es
solo un ser humano, tiene que morir” “Generalmente se enferma antes de morir”;
“pero, cómo va enfermar un médico”, “dijo Jesús, médico cúrate a ti mismo”.
“Puede diagnosticar y recomendar a pacientes; pero tiene severas dificultades
para recetarse asimismo”. “Parecido al caso del abogado, busca a su colega para
que le defienda”
Hace algunas décadas, alcanzar el título de médico era
la cúspide del conocimiento, así como de otras profesiones. En la actualidad,
el médico tiene que especializarse para cumplir cabalmente su función, igual
que otras profesiones, realizar estudios de maestría y doctorado. O sea, el
avance de la ciencia aparentemente alcanzó límites inimaginables, dando falsa
omnipotencia al hombre. Se supone, con todas las especializaciones médicas, las
enfermedades estarían menguadas, disminuidas y los seres humanos rebosantes de
buena salud. ¿Es verdad?
No. Entonces, los conocimientos humanos, por más
especializados que sean, siempre serán extremadamente limitados, prácticamente
los humanos nos encontramos peor que antes de la llegada de ésta falsa
civilización. ¿Por qué? Porque grandes genios nos han hecho creer que
civilización es vivir distante de la naturaleza. Ejemplo: Antes, los Incas
abonaron sus plantas cultivadas con guano de islas, mantillo de humus y
pescado; es decir, de manera natural; es más, hicieron andenes y terrazas para
disminuir la erosión de sus suelos agrícolas. Por tanto, se alimentaron de
productos sanos. Ahora, se abona con productos químicos, si es que se abona, o
simplemente la gran mayoría no abona sus plantas. Nadie hace nada por conservar
el suelo de su parcela. El control de plagas y enfermedades se hace con
productos químicos contaminantes. Por tanto, la alimentación se da con
productos agrícolas contaminados. Pregunta, ¿la comunidad se ha civilizado o
incivilizado con la intromisión de gente foránea?
El médico que ve carne y hueso del paciente tiene
conocimientos y funciones para tratar esas anatomías. ¿Qué pasa con la salud
mental? ¡Ah!, es otro profesional u otros profesionales. La mente es otro mundo
no menos importante que el anatómico, si se quiere es un mundo paralelo, que
requiere también mucha investigación y dedicación. Ahora, la población se da
cuenta que no solo se enferma del aspecto físico, sino también del psíquico, de
ese algo que no se ve, pero se siente y es parte de nuestra vida cotidiana.
Entonces, tenemos que estar bien en lo físico y en lo psíquico para sentirnos
bien. Pero, ¿ya estamos felices? ¿Estará bien que la persona de un cuerpo
escultural, de un conocimiento prodigioso, esté dedicada a robar, a violar, a
matar, a ser indolente, a proferir palabras soeces agresivas, a maltratar a su
esposa e hijos, a ser egoísta? Pero, si esa persona está sana del cuerpo y de
la mente, entonces tiene que estar supuestamente bien. En realidad, no es así.
Esa persona adolece de otra enfermedad: ¡la
espiritual! Cuando la persona deja de existir, la carne, el hueso y los
abundantes conocimientos científicos se van con él y se convierten en abono y
en efímeros recuerdos. El espacio que ocupó en la tierra es cubierto por otro
humano y la persona ya fue, ya es historia. Empero, al morir, su alma sale, se
separa del cuerpo físico. ¿A dónde se va? ¿Qué hace? Si durante su vida
terrenal ha sembrado armonía, paz, concordia, siempre ha hecho el bien, amado a
los demás, hacía labores de caridad, amó de verdad a su pareja, a sus hijos,
entonces, se le abre el camino del bien que le conduce directo a la gran morada
de Dios. Si en vida la persona hizo actos contrarios, con seguridad el alma se
va por el sinuoso camino que conduce al mal. Es decir, se cosecha lo que se ha
sembrado.
Cuando un familiar fallece ¿cuáles son los deseos de
los familiares para con su alma, referidos al camino que vaya a tomar? No creo
que un familiar que haya amado a su progenitora diga: “Que el alma de mi madre
se vaya al infierno” Todo ser humano en su sano raciocinio dice:
“Que el alma de mi madre vaya a la casa de Dios”
Entonces, cuando la persona adolece de enfermedad espiritual, debe acudir de inmediato al médico espiritual: Dios (Jesús, Espíritu Santo). Entonces, se asegura que una persona está realmente sana, cuando está bien del cuerpo físico, de la mente y del Espíritu.
Entonces, cuando la persona adolece de enfermedad espiritual, debe acudir de inmediato al médico espiritual: Dios (Jesús, Espíritu Santo). Entonces, se asegura que una persona está realmente sana, cuando está bien del cuerpo físico, de la mente y del Espíritu.
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