Francisco Izquierdo Ríos, fue uno de los grandes
maestros contestatarios de
su época y prolífero escritor de temas amazónicos que
ha producido nuestra
región en el siglo XX, nacido en la antigua ciudad de
Saposoa el 21 de
junio de 1910, hijo de Francisco F. Izquierdo
Saavedra, y Mercedes Ríos.
Los diez primeros años de su infancia vivió en su
tierra natal y a los nueve
años, recién aceptó dejar el calor del ambiente
familiar, para concurrir a
la escuela y tuvo que ponerse “patitas de venado” para
alcanzar a los que
le adelantaron, pero pronto, se destacaría como uno de
los alumnos más
sobresalientes en primaria, secundaria y superior.
Los años que pasó en su tierra natal fueron
relativamente cortos, porque
cuando apenas tenía diez de edad: y a consecuencia de
un incidente político
social, sus padres, decidieron apurar su proyecto de
emigrar a Moyobamba.
Era 1920, Por esos años gobernaba el país don Augusto
B. Leguía y en
Saposoa se desató una violenta asonada revolucionaria,
que dejó como
saldo varios muertos y heridos. La población apoyada
por los del distrito
de Juanjui, se sublevó violentamente, exigiendo el
retiro del subprefecto
don Pedro Guerra, a quien se le acusaba de abusos y
tropelías en contra
de la población con la complicidad de un grupo de
amigos de su cercano
entorno. Don Francisco, el papá de nuestro laureado
escritor, entre otros, se
vio involucrado como uno de los principales
cabecillas.
Ese primer día de la revuelta, desde el distrito de
Juanjui llegó un grueso
número de pobladores, entre ellos, licenciados del
ejército armados
de carabinas y burlando la vigilancia entraron a la
ciudad y unidos a los
rebeldes saposoínos, después de un intenso enfrentamiento
armado de dos
días, tomaron la Plaza de Armas, el despacho
subprefectural y la ciudad en
general quedó bajo control absoluto de los rebeldes,
mientras la autoridad
política sintiéndose vencido y el peligro personal que
corría ante el arrebato
generalizado de la población, se vio forzado a huir de
la ciudad con los pocos
amigos de su entorno y dos de sus leales gendarmes y
nunca más retornó.
La población reunida en la plaza, en medio de gran
algarabía, designó en su
reemplazo, a Lorenzo Caro, a quien el gobierno de
Leguía no sólo se negó
a reconocerlo, sino también ordenó al prefecto de
Moyobamba don Artemio
Arciniaga, fuera de inmediato a la rebelde ciudad con
una escolta de diez
gendarmes y cincuenta soldados de línea del comando
militar de Iquitos,
con la consigna de restablecer el orden público,
perseguir, apresar y castigar
severamente a los cabecillas Francisco Izquierdo
Saavedra, Alfredo Pérez,
Lorenzo Caro, Fidel Tuesta y Ricardo Abanto, acusados
de los delitos de
subversión y desacato a la autoridad legítimamente
constituida.
El prefecto Arciniaga tan pronto arribó a Saposoa,
ordenó a sus gendarmes y
soldados desplegar una gran redada en procura de
capturarlos vivos o muertos,
casa por casa, habitación por habitación, por todos
los rincones de la ciudad,
sin lograr su objetivo, porque los cabecillas con la
ayuda de la población se
habían puesto a buen recaudo. Don Francisco fue a
refugiarse en su fundo
San Andrés, pero unos quince días después, cuando ya
aparentemente la
situación parecía haber entrado en calma, una mañana
llegó al fundo un
pelotón de gendarmes fuertemente armados, de quienes
logra escaparse,
por las señales de un amaestrado caballo que al
advertir la presencia de
elementos extraños en el portón de la entrada al
fundo, levantando el hocico
corrió a galope hacia el tambo y don Francisco,
interpretando el mensaje
del animal, salió corriendo al patio y dándose cuenta
que un pelotón de
gendarmes fuertemente armados avanzaban rampando hacia
el tambo, salió
corriendo esquivándose en zigzag para escaparse de la
lluvia de balas que
le seguían, hasta que alcanzó a introducirse en los
tupidos enmarañados del
bosque.
Los gendarmes entraron al tambo, revisaron todos los
ambientes, los rincones
y camas, buscando algo que podría comprometer aún más
la situación del
perseguido, pero nada hallaron, porque la carabina y
el revólver de su
propiedad, los tenía guardados en los techos. Los
gendarmes resignados
ante su fracaso, retornaron a la ciudad sin la presa y
cuando aún todavía
la pólvora seguía hediendo en el ambiente, sus hijos
mayores Hildebrando
y Francisco, fueron a buscarle al papá, a quien
hallaron sentado sobre una
enorme piedra fumando un grueso cigarrillo.
Desde ese día habría de vivir cuatro meses escondido
en el bosque,
conviviendo con los zancudos, mosquitos, tábanos y
cuantas alimañas
habitan en los bosques, cambiando de “dormitorio” de
un sitio para otro,
de cuyo paradero solamente conocían sus dos hijos y
uno de sus peones de
mayor confianza, que se encargaba de abastecerle de
alimentos y cigarrillos.
Cuando salió de su refugio después de más de cuatro
meses, ya físicamente
no era el mismo, había disminuido notablemente de
peso, cambió su
semblante y sería el inicio de una larga enfermedad
que poco a poco fue
consumiéndole la vida, hasta que unos años después, ya
en Moyabamba, le
llevó la muerte, cuando administraba un pequeño
negocio familiar.
Por esos años, Moyobamba, era la única ciudad en el
departamento de San
Martín, donde funcionaba un colegio de educación
secundaria: el San José,
considerado como el principal centro cultural de la
Amazonía. Moyobamba,
sociedad puritana, heredera de prejuicios de los
tiempos virreinales fue sede
de instituciones culturales; razón por la que don
Francisco, que con sólo
su educación primaria llegó a ser secretario municipal
en su pueblo, desde
hacía mucho tiempo, pensaba en lo mejor para sus hijos
y tenía planificado
emigrar a Moyobamba, su tierra natal. Se adelantó por
las circunstancias de
la asonada revolucionaria en la que se vio
comprometido como uno de sus
líderes.
Era el mes de enero de 1921. Ese mes la familia
Izquierdo Ríos dejaría
definitivamente Saposoa, una balsa amarrada de palos
de topa en el puerto del
río Sapo, le llevaría hasta el puerto Tingo, situado a
unos quinientos metros
del caudaloso Huallaga y en otra balsa de carga y
pasajeros del comerciante
judío Arón Díaz Tapiero, que venía de Tingo María le
llevaría hasta el puerto
Shapaja y tomando un camino de herradura, pasando por
Tarapoto, arribó
la familia a Lamas, donde se quedaría dos meses
alojado como huésped
invitado en la casa del mismo judío, de quien en la
bajada a Shapaja ganó
su amistad. Arón Díaz, desde que llegó de Marruecos,
su país de origen, aún
muy joven, escogió a esta antigua ciudad fundada por
españoles, como su
residencia y principal centro de sus operaciones
comerciales..
De esta corta estadía en Lamas, Hildebrando, uno de
los tres hijos varones de la
familia, comenta lo siguiente: “Pasamos dos meses
gustando de un comercio
activo y de su clima estupendo; luego avanzamos hacia
Moyobamba, ciudad
escogida para la nueva residencia de la familia. En
Lamas, mi papá mandó
construir dos cajones especiales para llevarlas
cargados a su esposa que cayó
enferma con dolores de ojos y a los dos menores hijos
Irene y Guillermo,
a espaldas de dos fornidos indios de Lamas y nosotros
fuimos caminando
a pie hasta Moyobamba, mientras otros dos indios
cargaban los equipajes y
el fiambre para abastecer a once personas, para una
caminata a pie de cinco
días y llegamos a Moyobamba a fines del mes de marzo
de 1921”.
La vida de Francisco Izquierdo Ríos, fue signada por
dos profesiones que le
apasionaban, el de maestro y escritor. Ambos han
trascendido más allá de las
fronteras de su exuberante región amazónica que le vio
nacer y a lo largo de
su vida como escritor, le sirvió como fuente de
inspiración para sus exquisitos
trabajos literarios. Estudió hasta el cuarto año de
secundaria y el segundo
semestre de quinto en el Colegio Nacional San José de
Moyobamba y el
primer semestre lo hizo en el Colegio Nacional San
Juan de Chachapoyas,
El primer puesto que ocupó en su promoción 1927, le
mereció el otorgamiento
de la medalla de oro y de una beca completa para
estudiar en el Instituto
Nacional Pedagógico de Lima, donde, entre sus
quinientos compañeros
becados de distintas partes del país, no tarda en
perfilarse como una de los
alumnos más brillantes y uno de los líderes
estudiantiles más combativos, lo
que le llevaría a su elección como Presidente de la
Federación de Estudiantes
del Instituto Pedagógico y como tal, nato delegado
ante la Federación
de Estudiantes del Perú, desde cuyos cargos desarrolla
intensas luchas
reivindicativas estudiantiles, entre ellas, contra la
obligación de concurrir a
las misas dominicales, por lo que sería temporalmente
expulsado y empieza
a frecuentar a la casa del gran Amauta José Carlos
Mariátegui, autor de los
7 Ensayos de la Realidad Peruana, a escuchar sus magistrales
conferencias
que ofrecía a obreros y estudiantes en su casa del
jirón Washington. Se hizo
tan asiduo concurrente, que no tarda en establecer una
estrecha relación de
amistad con al Amauta y formar parte del Grupo
Universitario “Vanguardia”
y de la plana de colaboradores en el dictado de clases
de cultura general
en los sindicatos de obreros organizados por
Mariátegui, de quien en sus
funerales estuvo en primera fila, entre los miles que
acompañaron sus restos
mortales hasta su morada final; como también estuvo
entre los miles de
limeños que salieron a las calles a celebrar la caída
del dictador Augusto
B. Leguía.
Pucallpa 13 de junio del 2011.
No hay comentarios:
Publicar un comentario