miércoles, 3 de junio de 2015

HOMENAJE A FRANCISCO IZQUIERDO RIOS

HOMENAJE A FRANCISCO IZQUIERDO RIOS

Francisco Izquierdo Ríos, hombre de pueblo y maestro de escuela,
no sólo ha extraído lecciones de los tantos libros que ha leído,
sino, fundamentalmente de la rica experiencia vivida desde
su tierna infancia en medio de la ubérrima selva y los variados
lugares donde realizó su labor docente y de escritor.
Sus cerca de treinta libros publicados son testimonio de una vida
inquieta, inconforme y deseoso de cambio por un mundo mejor.
Con visión positiva y optimista ha escrito afirmando que “El
hombre es un almácigo de posibilidades generosas. Mina de tesoros
escondidos”. Se ha identificado con los pobres y ha levantado su
voz por el logro de reivindicaciones y defensa de los derechos de
los humildes. Despedido del trabajo en diversas circunstancias,
perseguido y encarcelado por sus ideas, ha mantenido latente su
confianza en el trabajador, en el maestro, en la mujer, los jóvenes
y niños. Amó la vida y vivió de manera sencilla; por eso decía “la
vida es simple como la luz del día y hay que vivirla así”.

Sus primeros años los pasó en su tierra natal.

Hasta los nueve años se dedicó a jugar y ayudar en los quehaceres
del hogar que, como se comprenderá, en la selva, la vida de
los niños es muy diferente a la de los niños de la costa o sierra,
particularmente a los de la ciudad. Vivió como hasta hoy viven
los niños de la selva: haciendo de cazador, pescador y recolector;
y, por supuesto, jugando con animales vivos, particularmente con
serpientes, tortugas, escarabajos, mariposas y cuanto bicho existe
en la Amazonía. Los niños amazónicos, tienen una actitud familiar
con los fenómenos naturales y cuando se encuentran en peligro,
se precian de ser valientes ante los demás y no tienen miedo ni al
agua de los caudalosos ríos, ni a las torrenciales lluvias, ni a los
peligros que encierra el monte tanto de día como de noche.

A los nueve años comienza su escolaridad formal y desde
muy pequeño demuestra su carácter independiente y rebelde,
características que lo acompañan durante toda su vida.
Una vez concluidos sus estudios de educación secundaria y en
mérito a una beca, estudia en el Instituto Pedagógico Nacional
de Varones, donde cuestiona y discute planteamientos filosóficos
así como actitudes y métodos que no los consideraba correctos
La gran mayoría de sus profesores se vieron en aprietos ante un
estudiante cuestionador y discrepante. Al concluir sus estudios y
en la fecha de graduación hizo algo insólito: echó fuego a todos
los libros, separatas y cuadernos utilizados en sus años de estudios
por considerarlos inútiles para su desempeño profesional.

El maestro continúa enseñando

Como educador se caracterizó por el estudio crítico de las
corrientes pedagógicas de su época. Fue severo con quienes
usaban la Pedagogía como elemento de lucimiento personal a
quienes los calificó de “teóricos gaseosos, que viven a costa de la
Pedagogía. ¡Oh Pedagogía, cuántos falsos valores medran bajo tu
sombra! ¡Cuántos absurdos, cuánta huachafería, cuántos desatinos
se cometen en tu nombre!.

Fustigó mucho la presencia de religiosos en los quehaceres
educativos; pues la religión debe predicarse en los templos y la
ciencia en las escuelas. Una actitud, no menos exigente y crítica,
tuvo con los burócratas de todo nivel. Rechazaba las actitudes y
poses de jefezuelos y calificó al Ministerio de Educación como
“el panteón de las esperanzas de los maestros”. Satirizaba de
manera mordaz el comportamiento de los empleados públicos
para quienes dijo que “lloran con un ojo por el jefe que se va y
con el otro lisonjean al que lo sustituye”.

Tuvo conceptos elevados sobre la función docente: “Ser maestro
no es sólo proporcionar conocimientos a los discípulos, sino
también despertar, suscitar, en ellos una inquietud renovadora
en función de su país, particularmente, y del mundo, en general;
moldear al alumno, al joven, como un verdadero hombre del
futuro”; y precisaba aún: “los hombres con vocación genuina para
maestros son rara avis, como los santos”.

En la novela “MATEO PAIVA EL MAESTRO” describe con
precisión su actuación de maestro y queda claro cuando dice: “En
las escuelas donde le tocaba trabajar, rompía los viejos moldes.
Insuflaba vida. Sacaba a los niños al campo, a la Naturaleza.
Llevaba la Naturaleza a le escuela, sembrando en ella árboles y
flores. El vetusto Programa Oficial de Estudios no le servía sino
como un simple documento de referencia. Ante una tempestad,
un río, una mariposa, un arco iris, Mateo Paiva tiraba a un lado el
Programa…”

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En su condición de autoridad educativa demostró elevada
valoración por los maestros rurales y de frontera “Hay que rendir
homenaje sin reservas a los llamados “maestros de los ríos”,
entre los cuales se encuentran los de fronteras. A esos hombres
y mujeres que con toda clase de peligros alrededor, con toda
índole de privaciones, laboran en las escuelas a orillas de los ríos,
sepultados en el fondo de los bosques. Maestros sin ningún título.
¡Pero qué importa el grado en esos hoscos parajes! Lo que allí
vale es un gran corazón y un alma grande. Y esos maestros los
tienen de sobra. Siembran patria y aspiración de progreso en esas
remotas tierras bárbaras, con altísima abnegación; en esas tierras
abandonadas de la mano de Dios. Salen de Iquitos y surcan o
bajan las vastas corrientes en débiles piraguas durante días hasta
llegar al lugar de sus planteles. Afrontan las inundaciones en
las desmesuradas crecientes de los ríos, dentro de sus escuelas
elevadas sobre el agua por horcones, donde acuden los niños en
pequeñas canoas. ¡Cuántos maestros naufragan en sus viajes!
¡Cuántos se ahogan! ¡Y de cuántos otros riesgos más son víctimas!
De las fieras, de los insectos, de las endemias, del hambre, de los
indios salvajes, de las soledades espantosas. Habría que auscultar
el ánimo de una maestra joven, en una tenebrosa noche de esos
parajes desolados, para comprender todo el tremendo drama de
los llamados “maestros de los ríos”.

El funcionario rebelde
Trabajar como funcionario del Ministerio de Educación, más
que una satisfacción fue una permanente preocupación y fastidio
frente a la holgazanería de los que allí trabajan. Tal como sucede
hasta hoy: especialistas en poner dificultades a las gestiones de
los maestros; expertos en evasivas y dilaciones para terminar
solicitando coimas o prebendas; y la mayoría dando muestras de
un rechazo total a las manifestaciones culturales o inquietudes por
la investigación científica de los maestros y se pasan la vida sin
entender lo que significa en tiempo y valor a las publicaciones que
en diferentes lugares del país producen los maestros. “Descubrió,
con pena, que los periódicos y revistas, aun libros, que publican los
maestros del país, con mucho esfuerzo y sacrificio, y que envían
regularmente a las dependencias del Ministerio de Educación, no
reciben en ellas la atención que corresponde a su significación
en el proceso cultural del país; los tiran por ahí como papeluchos
inútiles… Tantos valiosos fondos para organizar una Biblioteca de
Periodismos Escolar, en que se toma el pulso al pías, desechados
como basura”.

Su actitud frente a los vicios que caracteriza al Ministerio de
Educación ha sido siempre de rechazo y los expresaba unas veces
en forma directa y otros con sorna, en ambos casos, siempre
señalando el problema y con la debida claridad y firmeza. Sobre
los burócratas y las constantes movidas de papeles se expresó de
esta manera: “Todo es papel. Para todo es papel. El papel aguanta.

Un remolino de papeles es el Ministerio de Educación. Amazonas
de papeles. Océano de papeles. Niágara de papeles. Malstrom de
papeles. Orgía de papeles... En las manos de todos sus empleados,
hay papeles. En todas sus dependencias, en todo su espacio, en
todos sus rincones, en todas sus mesas, hay papeles, amarrados
en paquetes, sueltos, colgados, volando… ¡Cuando uno entra allí,
sale mareado de papeles!. ¡Sale loco de papeles! La visión de los
papeles los persigue aún por mucho tiempo, hasta en sus sueños…
¡sufre pesadilla de papeles!

Un hombre a la altura de su tiempo
Como hombre de su tiempo se identificó con las ideas socialistas
y luchó por concretarlas en la realidad de cada lugar donde vivió
y trabajó. “Hermoso es pelear y morir por un ideal que tienda
a mejorar la condición del hombre, la mísera condición de los
pueblos” dijo al referirse a la actitud claudicante y entreguista de
sus contemporáneos apristas.

Valoró mucho al Perú, su patria; y, al maravilloso paisaje peruano
calificó como “retablo prodigioso de paisajes y sucesos”. Por
el Perú y para el Perú vivió y luchó desafiando los rigores de la
naturaleza y enfrentándose a la corrupción de las autoridades. No
tuvo temor a los calificativos que le imprimían sus adversarios,
lo que queda expreso cuando dice: “Acostumbrábase tildar de
“comunista” o “aprista” a cualquier persona, cuando se quería
anularla o servir otros mezquinos intereses. Y así se destituían
maestros, empleados públicos y llenaban los presos las cárceles
de las ciudades y la tristemente célebre isla marítima El Frontón, o
se les deportaba o fusilaba. Los términos “comunista” y “aprista”
valían como poderosa arma opresora del gobierno conservador y
a todas las fuerzas oscuras que esclavizan al Perú”
.
Francisco Izquierdo Ríos ha dejado para las nuevas generaciones
y en particular para los maestros en ejercicio de sus funciones
un legado de variado contenido: De una parte la demostración
viva y real que demuestra que la concepción del mundo es la
que determina el actuar de las personas. El vivió y luchó desde
una concepción materialista dialéctica que le permitió actuar
con rectitud y sin dobleces, cualquiera que haya sido el lugar,
la circunstancia o el cargo que haya desempeñado; y de otra
parte demostró que pese a las incomprensiones, persecuciones o
encarcelamientos, la verdad se impone sobre todas las cosas y la
valentía frente a una causa justa se impone y logra brillar con luz
propia a través del tiempo.


COLECTIVO EDUCAP

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