El bosque amazónico peruano tiene
un total de 78 millones 282 mil 60 hectáreas. De acuerdo a cálculos formulados
por Foro Ecológico, 2 millones y medio de hectáreas fueron deforestadas para
cultivar coca ilegal. De ese total, el 25% corresponde a zonas donde existen
Territorios Indígenas y Áreas Naturales Protegidas.
Sobre volar el Alto Huallaga
causa una impresión alarmante. Algunas versiones periodísticas señalan que la
deforestación causa que cada minuto desaparezca el equivalente de 50 estadios
de fútbol. En Brasil, la situación es más grave: Las imágenes satelitales
muestran que la cantidad de bosque talado fue seis veces mayor entre un año y
otro; perdió en un sólo mes unos 600 km² de selva.
Son diversas las causas de la
deforestación de la Amazonía. Las proporciones gigantescas que se observan en
Brasil obedece al deseo de grandes empresarios de sembrar soya y algodón. En
Perú, las causas son más domésticas, a cargo de conductores individuales, pero
de efectos igualmente devastadores: el tráfico ilegal de madera, el cultivo de
coca ilegal y la minería ilegal.
Estas actividades, además de
estar consideradas modalidades delictivas, no sólo restan miles de hectáreas
anuales al frágil ecosistema amazónico. Cada árbol talado está en capacidad de
producir diariamente dos vasos de agua. Cuando desaparece el bosque las fuentes
de agua se secan y se producen las condiciones para que durante el invierno se
produzcan grandes inundaciones.
Por su parte, los gobiernos
locales, para afrontar la emergencia de inundaciones distraen recursos para
construir defensa ribereña… se trata de dinero público que bien puede
utilizarse en la promoción de la salud y de la educación para los pobladores.
El mayor impacto de la
deforestación ocurre en las cabeceras de las cuencas. No sólo por los derrumbes
sino fundamentalmente porque en las partes altas es donde se instalan los
cultivadores ilegales de coca y con el objeto de incrementar la productividad,
miles de litros de agroquímicos impactan negativamente el medioambiente.
La contaminación se agrava al
momento de procesar la hoja de coca y convertirla en pasta básica. En el
proceso, vierten millones de litros de insumos químicos controlados que
terminan directamente en las cuencas de todos los ríos de la Amazonía. No se
salva uno. El agua sigue el agua y por gravedad, y luego por filtración,
contamina el agua que bebemos diariamente.
Lo más doloroso es la degradación
de los suelos. La Amazonía es un ecosistema muy frágil, hemos dicho. Los suelos
productivos son escasos y de poca profundidad. Cuando se afecta el bosque
también se perjudica directamente a los agricultores que se esfuerzan por
cultivar plátanos, papayas, cacao, café y cuanto cultivo lícito pueda
prosperar. Si entendiéramos que el agua es un fruto que nos obsequia
diariamente el bosque amazónico, quizá aprenderíamos a cuidarlo. Allí está
nuestro beneficio.
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