Desde hace varias semanas
somos testigos de uno de los efectos del cambio climático en el país. La
consecuencia del calentamiento de un bolsón de agua sobre las costas del Perú
fue una serie de lluvias que trajo consigo crecidas de ríos y deslizamientos en
los cerros que afectaron la costa norte del país. Según el Centro de
Operaciones de Emergencia Nacional (COEN), hasta el momento este suceso ha
dejado 106 personas fallecidas y cerca de 1 millón de personas afectadas.
En el año 2004, el
instituto Tydall Centre de Londres ubicó a Perú como el tercer país más
vulnerable ante el cambio climático, después de Bangladesh y Honduras.
Lamentablemente, hasta el día de hoy el país no está preparado para afrontar un
evento de mayores proporciones que el ocurrido hace poco.
¿Tener mucha agua
es necesariamente un castigo o puede ser una bendición?
Remontándonos a los datos
históricos, las crónicas de la conquista muestran como las crecidas de los ríos
y las lluvias eran definidas como una bendición para las poblaciones
prehispánicas. Las comunidades tenían su territorio preparado para afrontar
estos eventos climatológicos. Se tenían sistemas de drenaje para canalizar el
agua a todos los terrenos que necesiten del recurso. Es decir, el suceso era
aprovechado al máximo, consiguiendo el levantamiento de la capa freática.
Otro punto importante es
el respeto de estas culturas andinas hacia sus recursos naturales. La quema de
árboles y la destrucción de terrenos no eran prácticas frecuentes para estos
pueblos. Por ejemplo, hoy podemos ver cómo Huancavelica se ha convertido en la
región más deforestada del país. Además, no hay que olvidar que había un
crecimiento organizado de las comunidades andinas.
¿Qué podemos hacer?
La reforestación ofrece
una oportunidad importante para luchar contra el cambio climático. Un terreno
con bosques es un espacio protegido. Tener árboles y vegetación nativa en las
laderas de los cerros protege al territorio de posibles deslizamientos. Los
desbordes de los ríos son controlados por una barrera verde cuidando sus
cuencas, que actúa como un regulador de agua. Incluso la vulnerabilidad de la
Planta de Tratamiento de Agua de La Atarjea puede ser controlada con bosques
que eviten deslizamientos de lodo y rocas.
Ante la situación que
vivimos actualmente es necesaria una intervención rápida del gobierno para
sentar las bases que favorezcan el crecimiento de bosques. Asimismo, es
necesario generar condiciones que alienten inversiones para que esta medida no
solo sea de reparación ambiental, sino que sirva para generar una industria en
torno a ella con visión estratégica. Para lograr esto, se puede empezar por el
traslado de poblaciones en zonas vulnerables a lugares más seguros.
Luego de asimilar la
lamentable tragedia que este suceso ha significado para el país en vidas
humanas y pérdidas económicas, es momento de pensar en la puesta en valor del
sector forestal como herramienta para prevención de desastres naturales y en el
uso de la madera, por la riqueza de nuestros bosques, como principal aliado
para la tarea más importante que tenemos pendiente: la reconstrucción de las
zonas afectadas.
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