La tala ilegal asola la región natural más rica del
mundo. Los desiertos aumentan, muchos bosques desparecen. Durante los últimos
15 años, la deforestación se ha llevado por delante en la Amazonía un
territorio mayor a la superficie de Alemania. Esto supone poner en peligro al
20 por ciento de la flora mundial.
Miles de árboles mueren cada día por la acción
irresponsable del ser humano. Como consecuencia empeoran la calidad del aire,
el ciclo del agua, el equilibrio de lluvias, el ritmo de las corrientes marinas
y se acelera el deshielo de los polos. No sólo empeoramos las condiciones de
flora y fauna, sino también la del ser humano. Como dijo Carl Jung “el hombre
es lo único a lo que debemos temer en este planeta”.
Las últimas décadas han afianzado un modelo
económico basado en la búsqueda del máximo beneficio, sin tener en cuenta la
sostenibilidad del entorno. La explotación incontrolada es la gran amenaza de
la selva amazónica, para ello se sirve de la pobreza, la extorsión, la
esclavitud y las apropiaciones indebidas.
El conocido como “rey mundial de la soja”, Blairo
Maggi, exgobernador brasileño, fue el caso más sonado dentro de las multinacionales,
convirtiéndose en una de las mayores fortunas del globo.
Las grandes multinacionales se lucran gracias a la
insuficiencia de medidas que protegen la Amazonía, entre otras razones porque
Brasil no tuvo un plan gubernamental contra la deforestación hasta el año 2004.
Aunque para entonces el grupo Maggi ya se embolsaba 2.400 millones anuales.
La tala indiscriminada tiene efectos muy negativos
sobre la fauna y flora del ecosistema. Sin embargo, el gran enemigo de la
biodiversidad no son sólo las motosierras, sino el cambio climático. El informe
Stern (Reino Unido 2006) ponía de manifiesto que el cambio climático es un
hecho, que se ve potenciado y acelerado por el ser humano.
En la Cumbre sobre el Clima de las Naciones Unidas
de París (COP21) se reunieron los jefes de estado de todo el mundo para poner a
prueba la solidaridad, la responsabilidad y la implicación con el cambio
climático de más de 190 países. Era una oportunidad histórica para pasar de las
palabras a los hechos y determinar si se quiere o no luchar contra los síntomas
que padecen tanto la Amazonía como nuestro planeta y decidir si la herencia de
nuestros padres será el legado de nuestros hijos.
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