Las fiestas navideñas a veces tan esperadas
por niños y adultos se celebran para que la raza humana recuerde el nacimiento
de Jesús el Hijo de Dios, las familias aprovechan para reunirse y compartir
tantos recuerdos que los hacen reír y en ocasiones llorar, remembrando esas
historias familiares que viven y que los hacen sentir identificados con ellas.
El
abuelo que murió, la hermana que está en el extranjero, el tío que hizo algo
jocoso en alguna ocasión, el recuerdo de cuando alguien era pequeño y realizaba
travesuras, son algunos de los innumerables recuerdos que se mencionan en esas
reuniones, y las carcajadas repletas de alegría no dejan de adornar las mesas
en donde se comparten la gran variedad de alimentos que se degustan esos días.
Pero
hay otra cara de la navidad, una que con el paso del tiempo se hace más triste
y conmovedora, esa cara que vemos los que tenemos que estar lejos de nuestros
hijos, esposas, madres, padres, hermanos, amigos de infancia, y sobre todo de
nuestros pueblos de origen. La tristeza se encarga de acompañarnos y de
recordarnos que nos falta algo, algo que le hace falta al corazón pero que por
razones diversas no podemos alcanzar en ese momento.
A veces vencemos la nostalgia haciendo una
llamada telefónica recobrando las fuerzas al momento de hablar con alguien
especial, y en otras ocasiones tratamos de sentirnos ocupados para poder pasar
esos días que anteriormente eran placenteros pero que en el presente son grises
y tristes.
Ya cuando terminan las fiestas como es el
caso, nos fijamos metas para poder mejorar nuestras vidas y seguir el camino
que emprendimos, ese camino que un día decidimos tomar para llegar a una meta
llamada prosperidad, ese camino que en ocasiones vemos lejos, a veces más cerca
pero seguimos marchando enfocando nuestra mirada hacia lo que no se ve, pero
creemos que llegará.
Un
día cuando las cosas materiales no sean tan importantes para la raza humana
quizás el hombre aprenderá la importancia que tiene la oportunidad que nos dan
de pasar por esta obra teatral llamada vida y podrá entender que su único rol
es hacer que sus semejantes puedan realizar bien sus papeles por el bien de la
obra.
Carlos
Velásquez Sánchez
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