En el Año Internacional de las Legumbres, el
Instituto Internacional de Agricultura Tropical (IITA, en inglés) organiza con
orgullo lo que promete ser un acontecimiento histórico, la Conferencia Mundial
sobre el Caupí y Leguminosas de Grano Panafricanas.
La conferencia, que
se realizará en marzo en Zambia y que reunirá a especialistas del continente
africano y de otras partes, será una oportunidad para compartir ideas sobre
semillas comestibles como el frijol caupí, frijoles comunes, lentejas,
garbanzos, habas y aluvias, entre otras variedades que ahora gozan de sus 15
minutos de fama como superestrellas de la nutrición.
Las legumbres podrán ser pequeñas, pero son un gran
alimento.
Los nutricionistas sostienen que su perfil bajo en
glucosa y su elevado contenido de fibras ayuda a prevenir y controlar las
llamadas “enfermedades de la civilización occidental”, como la obesidad y la
diabetes.
Y su contenido proteico ofrece grandes
posibilidades para ayudar al mundo a gestionar sus prácticas agropecuarias de
forma más sostenible para que más personas puedan disfrutar de una dieta mejor
y más variada con medianos ingresos y sin representar una presión para los
recursos naturales.
Antes que nada, es necesario mejorar la disponibilidad
de legumbres. A escala mundial, esta disminuyó más de una tercera parte en las
cuatro décadas posteriores a la de 1960. Pero la producción aumenta de forma
sostenida desde 2005, en especial en los países en desarrollo.
Los caupíes encabezan la tendencia, signada por un
muy bienvenido aumento tanto de la producción como del número de hectáreas
plantadas.
Y lo más importante es que casi una quinta parte de
las legumbres se comercializan en la actualidad, casi tres veces más que en la
década de los años 80, un ritmo que supera ampliamente al creciente comercio de
cereales.
Además, si bien América del Norte es una potencia
exportadora, también lo son África oriental y Myanmar (Birmania). Más de la
mitad de las exportaciones de legumbres proceden de países en desarrollo.
Tenemos una verdadera oportunidad de aumentar esas
fuentes de proteínas.
La
buena noticia para millones de familias de pequeños agricultores es que la
movida puede tratarse más de recuperar una virtud tradicional que de una
revolución. Después de todo, el prolífico viajero árabe Ibn Battuta escribió
sobre bambaras fritos en aceite de chía en un recorrido
por Malí y la zona del Sahel en 1352.
Los buñuelos de caupí, conocidos como akara en
Nigeria y muy comunes de ver expuestos al borde del camino en África
occidental, son sus descendientes directos y los hermanos mayores de los
acarayés, declarados patrimonio cultural de Brasil, donde se comen con
camarones y su nombre yoruba subrevivió al terrible comercio triangular de
esclavos.
En IITA promovemos
el caupí desde hace décadas. Este mes, el Ministerio de Agricultura de
Swazilandia distribuyó entre agricultores locales cinco nuevas variedades de
semillas desarrolladas por el instituto, las que maduran hasta 20 por ciento
más rápido y tienen un rendimiento cuatro veces mayor.
Ese último logro se debe en gran medida y gracias
al banco genético de IITA, que guarda para la comunidad internacional 15.112
muestras únicas de caupí procedentes de 88 países.
¿Por qué tantas variedades de caupí?
La pregunta es ¡por qué no hay más! Después de todo
contiene 25 por ciento de proteínas y es un excelente transportador de
vitaminas y minerales, que se adapta a una gran variedad de tipos de suelos,
tolera sequías, así como la sombra, crece rápido y sirve para combatir la
erosión y en tanto que legumbre vierte nitrógeno al suelo.
Se puede ingerir su producto principal y, además,
los animales aprovechan las hojas y los tallos.
No se ha escuchado mucho hablar de esa legumbre
quizá porque el mundo no estuvo prestando atención, pero está por tener otra
oportunidad.
Pero es una planta que presenta algunos problemas.
Primero, sufre ataques en sus distintas etapas de
crecimiento, ya sea de áfidos, virus del mosaico, insectos de la familia de
gracilarioideos, hierbas rivales o los temibles gorgojos que luchan con los
hongos y las bacterias para consumir las semillas acopiadas.
Los científicos de IITA tratan de combatir esos
problemas, mediante el cultivo de semillas o difundiendo tecnologías
innovadoras como las bolsas PICS (siglas en inglés de Almacenamiento Mejorado
Purdue de Frijol Caupí), que repelen los gorgojos.
Todavía
queda mucho por aprender de la planta, por ejemplo cómo cultivarla y cómo
impulsar su participación en el sistema alimentario. En el Año
Internacional de las Legumbres con seguridad se
aprenderá mucho sobre su procesamiento, una etapa crítica que ya permite muchos
empresarios nigerianos prosperen.
Quizá los grandes productores de alimentos
encuentren nuevas formas de moler legumbres para obtener productos de granos y
producir alimentos más saludables con un contenido proteico más completo.
En lo que respecta al cultivo del caupí, la planta
puede servir para reducir las hierbas y fertilizar los cultivos comerciales.
También se cosecha antes que los cereales, lo que ofrece seguridad alimentaria
y también flexibilidad, pues los agricultores pueden elegir dejar crecer las
plantas, reduciendo la producción de frijoles, pero aumentando la de forraje.
El epicentro de la planta, desde el punto de vista
de su historia genética, aunque también en el actualidad, es África occidental.
Nigeria es un gran productor, pero también el principal importador de los
países vecinos.
Níger es el principal exportador y su capacidad de
hacer frente a las condiciones de sequía y de ayudar a combatir la erosión del
suelo puede resultar interesante en otras partes, como el corredor seco de
América Central.
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