El realismo mágico de García Márquez
palidece frente al alucinante lanzamiento de 19 candidaturas en pos del sillón
presidencial del Perú. Esto visualiza una clara expresión de la crisis política
peruana y su falta de institucionalidad, con el consecuente fraccionamiento,
dispersión y volatilidad del sistema de partidos.
Muchos afirman que la clase política
peruana padece de esquizofrenia, con políticos de conductas incoherentes y
alianzas contra natura, con tránsfugas y oportunistas innombrables, caudillos
de pacotilla sin convicciones ni propuestas viables.
Con partidos que son simplemente
cascarones con membretes inflados, que carecen de ideario y doctrina política,
sin organización de bases, muchos de ellos con acusaciones o sospechas de estar
ligados al narcotráfico y la corrupción.
La política convertida en una gran
feria de promesas y propuestas demagógicas que supone alevosía y premeditación,
a fin de acceder al poder para usufructuarlo en provecho propio. El Estado como
botín y repartija.
La ausencia de ética en los políticos
tradicionales, nos avizora la venta de conciencias y principios por una cuota
efímera de poder.
Tienen como buque insignia a la
Confiep, como bandera el neoliberalismo, como escudo el libre mercado, como
consigna la manipulación, y como arma un pueblo aletargado con vocación
amnésica que ha perdido el poder de indignación, al cual hay que darle circo
para que las masas se aquieten.
La campaña electoral se reduce a la
captación de votos, seduciendo al electorado con sonrisas y besos fingidos,
fotografías con niños si son pobres mejor, degustar potajes del pueblo
guardando el mal gusto que sienten, bailar, aunque hagan el ridículo, hacer
bromas y decir frases cliché, vestirse a la usanza de los pueblos rurales para
parecer sin ser. Proyectando una imagen burlesca y oportunista.
Organizan rifas, polladas,
bicicleteadas, regalan víveres y chucherías a los pobres buscando comprar
votos. Aprovechan las necesidades y la pobreza con fines políticos, siendo una
estrategia inmoral ya que ellos tienen el dinero y la comida y los pobres el
hambre.
Una lluvia de promesas acompaña la
comparsa electoral: el tren bala, educación gratuita, aumento de sueldos, más
carreteras, más lozas deportivas etc., etc. pero se olvidan pronunciarse o
debatir sobre la corrupción y el narcotráfico que opera en el país, la
conflictividad social latente, la minería ilegal, la contaminación y
destrucción de los recursos naturales, la falta de agua, la informalidad
económica, entre otros temas importantes.
La demagogia y la hipocresía en plena
acción, para continuar con más de lo mismo, un neoliberalismo a ultranza sin
cambios ni propuestas, que augura un gobierno continuista e ineficiente donde
siga campeando la corrupción.
Alguien dijo, que en este país
para ser conservador hay que ser un idiota y para ser reaccionario hay que ser
un canalla.
Pero no todo está perdido, hay una
candidata joven que tiene las manos limpias, que no ha sido contaminada por la
demagogia ni la corrupción, nos propone un programa transformador a favor del
pueblo con justicia social.
Ella es Verónica Mendoza, del Frente
Amplio, cusqueña, antropóloga, psicóloga y educadora, conocedora de la realidad
peruana, una mujer honesta con principios sólidos, una luchadora social.
A pesar de no tener los recursos
financieros y el apoyo mediático, está dando la lucha frente a los caimanes
políticos.
Espero que tengamos la lucidez y
sensatez suficiente para optar por el cambio y la renovación. Que la amnesia y
el conformismo no paralice nuestras conciencias porque nuestra dignidad y moral
está en juego.
“Una Nación de
borregos merece un gobierno de lobos” (E. Murrow).
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