Las Plantalámparas son lámparas
eficientes de bajo consumo fabricadas a partir de la fotosíntesis de las
plantas
Nuevo Saposoa es una
pequeña y muy humilde comunidad indígena de la selva peruana donde los ritmos
de vida diario los rige la naturaleza. Solo se puede llegar a este lugar
navegando durante cinco horas por río desde la ciudad de Pucallpa (en la región Ucayali, ubicada en el
extremo oriental del Perú). Aquí viven 173 personas de la etnia shipibo-conibo, uno de los grupos
indígenas más numerosos de este país pero, al mismo tiempo, uno de los más
olvidados.
Aquí, decíamos, es el
entorno natural el que ordena. Los árboles y arbustos proveen alimento y
medicina, la tierra es fértil en cultivos de consumo diario como yuca y maíz, y
el río ofrece una variedad impresionante de peces tropicales. Pero también hay
riesgos: en marzo de 2015 el río creció debido a las fuertes y prolongadas
lluvias en los Andes, y se desbordó inundando todo a su paso. Las rústicas
centrales eléctricas locales se dañaron, los cables se estropearon y Nuevo
Saposoa perdió la escasa energía eléctrica que tenía. Un pueblo quedó a oscuras
en medio de la Amazonía.
Un problema que a la
distancia podría parecer simple (un pequeño caserío remoto sin luz), para
quienes viven en ese lugar era un asunto de gravedad que había modificado sus
rutinas. Difícilmente el Estado Peruano iba a intervenir eficazmente en el
corto plazo, así que había que buscar otras alternativas.
Los adultos supieron
adaptarse a la situación, porque las tareas en el campo se realizan de día;
además, muchos de ellos ya han vivido varios años sin luz (de hecho, solo el
35% de la población de la región Ucayali tiene luz eléctrica). El
problema mayor fue para los niños que van a la escuela y que en las noches
realizan sus quehaceres y tareas. “Claro, pueden estudiar, pero con mechero
[que utiliza kerosene y una mecha de tela], y eso afecta la vista y las vías respiratorias
por el humo”, explica Jacquez, un enfermero que trabaja en el lugar.
--Energía vegetal--
La naturaleza originó
este problema; es la naturaleza la que debía solucionarlo. Eso no lo sabían los
pobladores de Nuevo Saposoa, pero lo pensaba un equipo de profesores y alumnos
de la Universidad de Ingeniería y Tecnología (UTEC). La idea surgió en las
aulas de esta universidad ubicada en Lima, la capital del país, pero había que
ponerla a prueba en el campo. Luego de recorrer Nuevo Saposoa, tomar muestras
de la tierra y el agua, y de hacer algunas pruebas, el proyecto se materializó
con un nombre corto y efectivo: Plantalámparas.
Elmer Ramírez,
profesor de la UTEC, explica que las Plantalámparas son lámparas eficientes de
bajo consumo (300 lúmenes) fabricadas a partir de la fotosíntesis de las
plantas. "La plantas toma del medio ambiente el CO2 (dióxido de carbono)
y, debajo de la tierra, el agua y los minerales. A través de estos componentes,
obtiene nutrientes para su desarrollo, pero los fabrica en exceso. La planta
expulsa al terreno los nutrientes que le sobra y, en la interacción con
diversos microorganismos en un complejo proceso electroquímico, genera
electrones", explica Ramírez.
Luego continúa:
"Nosotros capturamos esos electrones a través de electrodos y los
trasladamos a una batería. Esa batería, ya cargada, permite encender una
lámpara eficiente de bajo consumo". Una Plantalámpara puede durar dos
horas encendida y se recarga siempre bajo el mismo proceso que hemos explicado.
No solo es un producto amigable con el ambiente, sino inacabable.
Cuando el proyecto
había dado resultados en el laboratorio, había que probarlo donde se iba a
aplicar. Un grupo de profesores y estudiantes de la UTEC viajaron a Ucayali,
tomaron una embarcación en el río y navegaron hasta llegar a Nuevo Saposoa.
Cuando reunieron a los pobladores –los más entusiastas eran los niños, como
suele ser- y les explicaron el proceso por el cual una planta, como las miles
que rodean este lugar, podía generar luz eléctrica, había cierta desconfianza.
Cuando se realizaron las pruebas y el primer foco se encendió, lo que hubo
fueron risas nerviosas, como si se tratara de un acto de magia y no ciencia.
“Es una energía
renovable que tiene mucho que dar, puesto que tenemos plantas en todo el mundo”,
explica Marcello Gianino, un joven alumno de esta universidad. Una compañera
suya, Lauren Wong, resume así su satisfacción: “La parte más bonita es ver el
impacto que tienen nuestras obras, nuestro esfuerzo, y cómo esto sirve a los
demás”.
Los resultados en la
vida de diaria de los habitantes de Nuevo Saposoa ya comienzan a sentirse. Por
lo pronto, varios niños esperan terminar la escuela para estudiar alguna
carrera universitaria relacionada a la energía y el medio ambiente. Cuando eso
ocurra, el ciclo se habrá completado
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