Los
grupos humanos organizados en caseríos, centros poblados, capitales
distritales, capitales provinciales, ciudades, siempre han mostrado a los largo
de la historia, vívido interés por realizar sus ceremonias religiosas.
Según
versión de un arqueólogo, el “Gran Pajaten”, San Martín, Perú, ha sido
construido con especial interés, porque fue el centro de ceremonias religiosas
de la nación Chachapoya.
Hace
cinco décadas, los caseríos veneraban santos locales como al “San Piñón”, en
grandes fiestas patronales comunales, con el acompañamiento musical del
“didín”.
La
población danzaba, se servía upe, café, tortillas preparadas en horno
embarrado. En la actualidad se hace igual, la fiesta religiosa está basada a un
Santo (a), como representante de Dios: Virgen María, Virgen de La Natividad,
Virgen del Carmen, San Martín de Porres, etc. Las costumbres referidas a la
celebración de la fiesta patronal son muy similares: La cabezonía se mantiene.
El marco musical cambió de didín a Clarinete, saxafón, grupos musicales y
bandas musicales electrónicas. La bebida cambió de aguardiente a cerveza y
uvachado. Antes se servían tortillas con café y upe; ahora este servicio
prácticamente ha desaparecido, salvo honrosas excepciones. La chicha permanente
se mantiene. El servicio de alimentación a la población casi ha desaparecido,
salvo honrosas excepciones como El Eslabón, Lamas, etc. Hace cinco décadas, la
celebración patronal estaba orientada a la veneración al Santo (a) y era una fiesta
de participación general. El cabezón pasaba la fiesta con auténtica devoción,
como el cumplimiento de una promesa hecha al Señor. Nada se vendía. La
población siempre estaba ocupada: danzando, ayudando en la preparación de
chicha, masato, tortillas, la comida, trayendo leña, despedazando las carnes.
El campesino acudía a la celebración haciendo gala de su mejor camisa
“dominguera” y de un filudo pantalón, aunque con los pies descalzos. La
mentalidad era de participación de la fiesta patronal del pueblo y no de
oportunidad de emborrachar. Los rezos y oraciones estaban en primer orden.
En
los últimos tiempos, los papeles se están invirtiendo. Ante la llegada de la
fiesta patronal del pueblo, la mentalidad de la mayoría de la población está
orientada a la diversión, a pasarla bien, a la juerga, a la discoteca, al
encuentro con una ex o con un ex, según el caso, a la conquista de nuevas
parejas, a beber cerveza a más no poder. ¿Y la razón de la fiesta patronal?
“Esa pues, la diversión”, contesta un jovencito de camisa negra ajustada, con
atuendos en las narices y orejas, con peinado al estilo primate, con evidentes
signos de desvelo, que exhala olor a cigarrillos y cerveza fermentada. Sube a
su moto alta y delgada, que en vez de faro tiene una lata en la máscara, la
hace crujir varias veces, tan fuerte, como si estaría despegando el avión a
chorro del aeropuerto, que los presentes se tapan los oídos y sus cuerpos se
estremecen.
Un
grupo humano decide visitar la Iglesia Católica de Tabalosos. En el vehículo
alguien narra los orígenes de la Virgen de la Natividad. Es una Virgen de mucho
prestigio porque la gente viene a visitarla de diferentes partes del mundo. Los
milagros de la Virgen son muchos y la promesa de regresar al año siguiente se
cumple. La fiesta patronal está en su apogeo. El vehículo no puede llegar a la
plaza donde se encuentra la Iglesia, por el impedimento de una tranquera en la
esquina. Pero, la calle de ingreso es muy empinada y la presencia de ésta
tranquera provoca cierto riesgo, además, ahí no más, están muchos carros de una
empresa que dificultan el tránsito normal. Los turistas van y vienen. La gente
está en ajetreo. Al parecer los lugareños están entretenidos en el baile; y los
turistas, en visitar a la Virgen de Natividad. Junto a la Iglesia, un conjunto
musical electrónico, hace gala de su amplio repertorio de música bailable. La
gente baila y bebe cerveza. Un borrachito hace piruetas con una botella en la
cabeza. La cantina vende abundante licor. El animador repite N veces la
necesidad de acercarse a la cantina a comprar cerveza. Los turistas nacionales
y extranjeros se sienten incómodos porque sus oraciones al Señor por
intercesión de la Virgen de Natividad van diluidas y mezcladas con el
estruendoso bullicio de la música. Un turista dice: “Un poco más, la música, el
baile y el consumo de cerveza se hace dentro la Iglesia. ¿No se puede mostrar
un poquitín de respeto al Señor, a la Virgen de Natividad, a los turistas?” Un
sueño.
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