martes, 18 de junio de 2019

FRANCISCO IZQUIERDO RIOS



Francisco Izquierdo Ríos, fue uno de los grandes maestros contestatarios de
su época y prolífero escritor de temas amazónicos que ha producido nuestra
región en el siglo XX, nacido en la antigua ciudad de Saposoa el 21 de
junio de 1910, hijo de Francisco F. Izquierdo Saavedra, y Mercedes Ríos.
Los diez primeros años de su infancia vivió en su tierra natal y a los nueve
años, recién aceptó dejar el calor del ambiente familiar, para concurrir a
la escuela y tuvo que ponerse “patitas de venado” para alcanzar a los que
le adelantaron, pero pronto, se destacaría como uno de los alumnos más
sobresalientes en primaria, secundaria y superior.

Los años que pasó en su tierra natal fueron relativamente cortos, porque
cuando apenas tenía diez de edad: y a consecuencia de un incidente político
social, sus padres, decidieron apurar su proyecto de emigrar a Moyobamba.
Era 1920, Por esos años gobernaba el país don Augusto B. Leguía y en
Saposoa se desató una violenta asonada revolucionaria, que dejó como
saldo varios muertos y heridos. La población apoyada por los del distrito
de Juanjui, se sublevó violentamente, exigiendo el retiro del subprefecto
don Pedro Guerra, a quien se le acusaba de abusos y tropelías en contra
de la población con la complicidad de un grupo de amigos de su cercano
entorno. Don Francisco, el papá de nuestro laureado escritor, entre otros, se
vio involucrado como uno de los principales cabecillas.

Ese primer día de la revuelta, desde el distrito de Juanjui llegó un grueso
número de pobladores, entre ellos, licenciados del ejército armados
de carabinas y burlando la vigilancia entraron a la ciudad y unidos a los
rebeldes saposoínos, después de un intenso enfrentamiento armado de dos
días, tomaron la Plaza de Armas, el despacho subprefectural y la ciudad en
general quedó bajo control absoluto de los rebeldes, mientras la autoridad
política sintiéndose vencido y el peligro personal que corría ante el arrebato
generalizado de la población, se vio forzado a huir de la ciudad con los pocos
amigos de su entorno y dos de sus leales gendarmes y nunca más retornó.

La población reunida en la plaza, en medio de gran algarabía, designó en su
reemplazo, a Lorenzo Caro, a quien el gobierno de Leguía no sólo se negó
a reconocerlo, sino también ordenó al prefecto de Moyobamba don Artemio
Arciniaga, fuera de inmediato a la rebelde ciudad con una escolta de diez
gendarmes y cincuenta soldados de línea del comando militar de Iquitos,
con la consigna de restablecer el orden público, perseguir, apresar y castigar
severamente a los cabecillas Francisco Izquierdo Saavedra, Alfredo Pérez,
Lorenzo Caro, Fidel Tuesta y Ricardo Abanto, acusados de los delitos de
subversión y desacato a la autoridad legítimamente constituida.

El prefecto Arciniaga tan pronto arribó a Saposoa, ordenó a sus gendarmes y
soldados desplegar una gran redada en procura de capturarlos vivos o muertos,
casa por casa, habitación por habitación, por todos los rincones de la ciudad,
sin lograr su objetivo, porque los cabecillas con la ayuda de la población se
habían puesto a buen recaudo. Don Francisco fue a refugiarse en su fundo
San Andrés, pero unos quince días después, cuando ya aparentemente la
situación parecía haber entrado en calma, una mañana llegó al fundo un
pelotón de gendarmes fuertemente armados, de quienes logra escaparse,
por las señales de un amaestrado caballo que al advertir la presencia de
elementos extraños en el portón de la entrada al fundo, levantando el hocico
corrió a galope hacia el tambo y don Francisco, interpretando el mensaje
del animal, salió corriendo al patio y dándose cuenta que un pelotón de
gendarmes fuertemente armados avanzaban rampando hacia el tambo, salió
corriendo esquivándose en zigzag para escaparse de la lluvia de balas que
le seguían, hasta que alcanzó a introducirse en los tupidos enmarañados del
bosque.

Los gendarmes entraron al tambo, revisaron todos los ambientes, los rincones
y camas, buscando algo que podría comprometer aún más la situación del
perseguido, pero nada hallaron, porque la carabina y el revólver de su
propiedad, los tenía guardados en los techos. Los gendarmes resignados
ante su fracaso, retornaron a la ciudad sin la presa y cuando aún todavía
la pólvora seguía hediendo en el ambiente, sus hijos mayores Hildebrando
y Francisco, fueron a buscarle al papá, a quien hallaron sentado sobre una
enorme piedra fumando un grueso cigarrillo.

Desde ese día habría de vivir cuatro meses escondido en el bosque,
conviviendo con los zancudos, mosquitos, tábanos y cuantas alimañas
habitan en los bosques, cambiando de “dormitorio” de un sitio para otro,
de cuyo paradero solamente conocían sus dos hijos y uno de sus peones de
mayor confianza, que se encargaba de abastecerle de alimentos y cigarrillos.
Cuando salió de su refugio después de más de cuatro meses, ya físicamente
no era el mismo, había disminuido notablemente de peso, cambió su
semblante y sería el inicio de una larga enfermedad que poco a poco fue
consumiéndole la vida, hasta que unos años después, ya en Moyabamba, le
llevó la muerte, cuando administraba un pequeño negocio familiar.

Por esos años, Moyobamba, era la única ciudad en el departamento de San
Martín, donde funcionaba un colegio de educación secundaria: el San José,
considerado como el principal centro cultural de la Amazonía. Moyobamba,
sociedad puritana, heredera de prejuicios de los tiempos virreinales fue sede
de instituciones culturales; razón por la que don Francisco, que con sólo
su educación primaria llegó a ser secretario municipal en su pueblo, desde
hacía mucho tiempo, pensaba en lo mejor para sus hijos y tenía planificado
emigrar a Moyobamba, su tierra natal. Se adelantó por las circunstancias de
la asonada revolucionaria en la que se vio comprometido como uno de sus
líderes.

Era el mes de enero de 1921. Ese mes la familia Izquierdo Ríos dejaría
definitivamente Saposoa, una balsa amarrada de palos de topa en el puerto del
río Sapo, le llevaría hasta el puerto Tingo, situado a unos quinientos metros
del caudaloso Huallaga y en otra balsa de carga y pasajeros del comerciante
judío Arón Díaz Tapiero, que venía de Tingo María le llevaría hasta el puerto
Shapaja y tomando un camino de herradura, pasando por Tarapoto, arribó
la familia a Lamas, donde se quedaría dos meses alojado como huésped
invitado en la casa del mismo judío, de quien en la bajada a Shapaja ganó
su amistad. Arón Díaz, desde que llegó de Marruecos, su país de origen, aún
muy joven, escogió a esta antigua ciudad fundada por españoles, como su
residencia y principal centro de sus operaciones comerciales..

De esta corta estadía en Lamas, Hildebrando, uno de los tres hijos varones de la
familia, comenta lo siguiente: “Pasamos dos meses gustando de un comercio
activo y de su clima estupendo; luego avanzamos hacia Moyobamba, ciudad
escogida para la nueva residencia de la familia. En Lamas, mi papá mandó
construir dos cajones especiales para llevarlas cargados a su esposa que cayó
enferma con dolores de ojos y a los dos menores hijos Irene y Guillermo,
a espaldas de dos fornidos indios de Lamas y nosotros fuimos caminando
a pie hasta Moyobamba, mientras otros dos indios cargaban los equipajes y
el fiambre para abastecer a once personas, para una caminata a pie de cinco
días y llegamos a Moyobamba a fines del mes de marzo de 1921”.

La vida de Francisco Izquierdo Ríos, fue signada por dos profesiones que le
apasionaban, el de maestro y escritor. Ambos han trascendido más allá de las
fronteras de su exuberante región amazónica que le vio nacer y a lo largo de
su vida como escritor, le sirvió como fuente de inspiración para sus exquisitos
trabajos literarios. Estudió hasta el cuarto año de secundaria y el segundo
semestre de quinto en el Colegio Nacional San José de Moyobamba y el
primer semestre lo hizo en el Colegio Nacional San Juan de Chachapoyas,
El primer puesto que ocupó en su promoción 1927, le mereció el otorgamiento
de la medalla de oro y de una beca completa para estudiar en el Instituto
Nacional Pedagógico de Lima, donde, entre sus quinientos compañeros
becados de distintas partes del país, no tarda en perfilarse como una de los
alumnos más brillantes y uno de los líderes estudiantiles más combativos, lo
que le llevaría a su elección como Presidente de la Federación de Estudiantes
del Instituto Pedagógico y como tal, nato delegado ante la Federación
de Estudiantes del Perú, desde cuyos cargos desarrolla intensas luchas
reivindicativas estudiantiles, entre ellas, contra la obligación de concurrir a
las misas dominicales, por lo que sería temporalmente expulsado y empieza
a frecuentar a la casa del gran Amauta José Carlos Mariátegui, autor de los
7 Ensayos de la Realidad Peruana, a escuchar sus magistrales conferencias
que ofrecía a obreros y estudiantes en su casa del jirón Washington. Se hizo
tan asiduo concurrente, que no tarda en establecer una estrecha relación de
amistad con al Amauta y formar parte del Grupo Universitario “Vanguardia”
y de la plana de colaboradores en el dictado de clases de cultura general
en los sindicatos de obreros organizados por Mariátegui, de quien en sus
funerales estuvo en primera fila, entre los miles que acompañaron sus restos
mortales hasta su morada final; como también estuvo entre los miles de
limeños que salieron a las calles a celebrar la caída del dictador Augusto
B. Leguía.
Pucallpa 13 de junio del 2011.


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