jueves, 20 de febrero de 2014

ÚLTIMOS EN COMPRENSIÓN LECTORA

Luis Ordóñez

¿Alguien esperaba un resultado diferente? Se cosecha lo que se siembra. No se puede esperar comprensión lectora si no se lee. No podemos esperar un milagro si no pedimos al Señor. Dios da, cuando se le pide, mediante la oración.

Pagamos para no leer. Estamos dispuestos hacer cualquier cosa, o simplemente no hacer nada para no leer. No hacer nada suena fuerte; mejor, digamos que hacemos alguito. Por ejemplo, pasamos horas y horas jugando naipes, reunidos con amigotes, contaminando el aire con abundante humo de cigarro, profiriendo palabrotas de alto calibre y color rojo puro, ingiriendo bebidas gaseosas que son dañinas para la salud, bebiendo cervezas para alegrar aún más el ambiente, comiendo canchitas, chizitos o chifles. Mientras el jugador pierde valioso tiempo en sesiones largas en este juego de cartas diariamente ¿Se preocupa de las actividades que realiza la esposa? ¿De las cosas en las que está ocupado el hijo? ¿El jugador está enterado que la esposa pasa otras tantas horas extasiándose de las novelas televisivas? No sería malo que la esposa pase largas horas leyendo novelas literarias, no, sino ella pasa  viendo novelas encaminadas a vender. ¿El hijo? ¿Dónde está el hijo? ¿Cuál hijo? El hijo del jugador de naipes, de la señora que está embelesada de los lloriqueos y besuqueos de las novelas televisivas. Ah, se entiende, el niño que no saluda, que anda suelto en las calles, que viste de cualquier manera, que anda mirando el cielo. Ah, el niño es asiduo visitante de la cabina de internet ¿Qué hace allí? Se supone leyendo, investigando, enriqueciéndose de la cultura. No, el niño asiste a esta cabina a veces en horas de estudio ¿Cómo lo hace? ¿Quién sabe? No se oye padre. Nadie sabe. El niño solo hace dos cosas en la cabina de internet: Mira escenas pornográficas y juega esas benditas batallas donde solo se mata o se muere, con sonidos ensordecedores, en completa complicidad del administrador de la cabina, quien se hace el sordo, el ciego y el mudo. ¿Esa bulla excesiva de la cabina convertirá en sonámbulo al hijo, que anda por la calle mirando el cielo? Puede ser también por la pornografía cargada que ingresa a su cerebro inmaduro. Lo cierto es que la familia NO LEE.

¿Y quiénes leen? Las autoridades, los periodistas, los doctores, los ingenieros, los agricultores, las amas de casa, los extraterrestres ¿Quiénes? Claro, es fácil inculpar a todo el mundo por el “honroso” último lugar obtenido en comprensión lectora: El sistema, el gobierno, las autoridades, el vecino, la abuelita, el motocarrista, el montaraz, en fin, todos tiene la culpa, menos el que culpa. ¿Cuántas obras literarias lee usted al mes? Una, dos… ahí nomás, no seamos demasiado optimistas. ¿Cuántas obras literarias lee usted al año? Una, dos… bueno, quedémonos en dos, porque si lee más de dos obras, la situación es diferente. ¿Por qué? Porque la lectura aviva la intelectualidad, la saca de la modorra, enriquece de conocimientos y palabras nuevas. ¿Quiénes hablan con fluidez? Las personas que leen. ¿Quiénes tienen materias de conversación? Las personas que leen. ¿Quiénes hacen mejores argumentos de sus planteamientos? Las personas que leen. ¿Quiénes son respetuosas de las demás personas y de las normas de vida humana y del medio ambiente? Las personas que leen. En fin, la lectura no es ociosa, la lectura es formativa.

¿Por qué no se adquiere siquiera una obra literaria al mes? Bueno, porque las personas carecen de cultura literaria. Nadie puede justificarse del precio, porque las obras literarias se encuentran en las librerías desde cinco nuevos soles, hasta quince o veinte nuevos soles. ¿Un campesino jornalero podría comprar una obra literaria? Por supuesto que sí, está en todo su derecho y facultad; pues, un jornalero gana treinta nuevos soles al día. De esos treinta nuevos soles diarios, que se destine cinco o diez nuevos soles al mes, no le va empobrecer, no le va conducir a la muerte por inanición, sino el propio campesino y toda su familia tienen la oportunidad de enriquecer su potencial intelectual. ¿Los otros ciudadanos podrán comprar una obra literaria al mes? ¿No se oye padre? Si no leen los padres ¿Tienen autoridad de decirle al hijo que lea?.

 

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