La guerra está declarada. La invasión de la enemiga ha sido
silenciosa y desde tiempos atrás. Mientras las tropas enemigas penetran en los
campos, siembran sus minas (semillas) en el envés de las hojas de las plantas
de cafetos, los agricultores están durmiendo a sus anchas, relajadamente,
soñando en vender el café al mejor precio; y con ese dinero comprarse un carro
4 x 4, o una motocicleta, una refrigeradora, mejor, un buen equipo de sonido.
Los sueños, sueños son. Pero, los sueños no deben ser permanentes. Los sueños
son parte de la vida, no son toda la vida. ¿Y la plantación? ¿Cuántos soles le
devuelve el agricultor a la plantación que le genera dinero para cumplir sus
sueños? “Bueno, el chaleo pues, que más”. ¡Cómo qué más! ¿La poda, el manejo de
sombra, el abonamiento, el manejo de plagas y enfermedades? “Ah, esas son
tonterías, la finca se estableció con tanto esfuerzo para que nos de plata”.
El cafetalero solo deshierba la plantación, y eso, si lo hace. No
poda, las plantas alcanzan hasta los tres o cuatro metros de altura, llenas de
plagas y enfermedades y enredaderas; por partes la plantación tiene mucha
sombra, por partes tiene mucha luz; no abona “¿Para qué?, si la tierra tiene
que dar el sustento al agricultor”; no hace control de broca, no hace control
de roya, de ojo de pollo, de escoba de brujas.
“¿Los técnicos, para qué?, si yo soy cafetalero con mucha
experiencia”, es la versión casi generalizada de los caficultores.
Mientras suceden estos vaivenes en las actitudes de los
productores, la roya avanza día a día, agazapada, a ocupar si es posible, todas
las hojas de las plantas de cafetos de las 330,000 hectáreas, de los 150,000
agricultores, de los 388 distritos productores de Perú.
Esta
invasión no es ninguna broma porque está sucediendo en todo el mundo. La
industria del café mueve en la actualidad 70.000 millones de dólares al año,
cifra superada únicamente por el petróleo en lo que se refiere a exportaciones
a escala mundial, con una producción de siete millones de toneladas anuales. Se
estima que 125 millones de personas viven del cultivo del café, incluyendo
25 millones de pequeños productores.
Perú ocupa hoy el
octavo puesto a nivel mundial de producción de café en grano. De acuerdo a la
FAO – Organización de Agricultura y Alimentación de la ONU- Perú produjo 677
mil toneladas de café en 2008. Mientras que la Internacional Coffee
Organization menciona que el Perú ha producido 4.25 millones de sacos de café
en el mismo año. El primer productor mundial es Brasil, con 36 millones de
sacos anualmente (Wiki pedia).
Ante tamaña
invasión, los agricultores siguen durmiendo, no hacen nada, es que “no hay
plata, que alguien nos entregue los productos para nosotros aplicar”. Las
entidades públicas y privadas siguen reuniéndose y terminan mirándose las caras
porque simplemente carecen del financiamiento. No hay quién comande, con todo
el poder de decisión, para procurar contrarrestar el ataque. Que el gobierno ha
ofrecido algunos millones de soles. El agricultor sabe que jamás llegará un sol
de esos millones para ayudar a combatir la roya de su cafetal. “Y, si llega,
¿Cuándo será? Quizá cuando la roya nos ha ganado la guerra, defoliando todas
nuestras plantas”.
¿Para qué se
necesita dinero? Para adquirir insumos cúpricos o pesticidas curativos y
fumigar las plantaciones el día de ayer, antes que todas las hojas de las
plantas de cafetos sean atacadas, se sequen y caigan. De no aplicar ya, las
plantas de café se quedarán sin hojas; por tanto, no foto sintetizarán y no
habrá producción de café el próximo año; esto significa, millones de soles en
pérdidas de las 150,000 familias cafetaleras del país, por ende, de las
cooperativas, de las bodegas; y, los clientes se quedarán si saborear la
exquisitez del café peruano.
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