Si en algún lugar en Loreto se debe haber de
agricultura es en Tamshiyacu, incluyendo los alrededores de la capital
distrital y las comunidades de la quebrada del mismo nombre, donde existe una
buena extensión de suelos aptos para cultivos permanentes en suelos no
inundables. Este emprendedor distrito es bien conocido por los estudiosos de la
Amazonía, porque aquí los campesinos han desarrollado un modelo agroforestal
que hasta ahora sigue admirando a propios y extraños. El modelo tiene como
cultivo estrella al humarí, fruta inseparablemente unida al nombre de
Tamshiyacu en la mente de los loretanos.
El sistema agroforestal de los campesinos de
Tamshiyacu es muy simple: se basa en la replicación en la chacra de la
estructura del bosque amazónico, sólo que reemplazando los árboles originales
por otros domesticados y con uso comercial. Hay varias variaciones en este
modelo “agroforestal”, pero suele incluir al ‘humarí’ (Pouraqueiba sericea),
‘palta’ (Persea americana), castaña brasileña (Bertholletia excelsa) y algunos
otros frutales, especialmente cítricos.
De acuerdo con ciertas investigaciones (por ej. Padoch
et al. 1985) alrededor del 60% de los ingresos anuales de las familias
campesinas de Tamshiyacu provienen de la venta de esos dos frutos, y
especialmente del humarí. Lo que es muy importante, porque estos sistemas
agroforestales, una vez instalados, dan relativamente poco trabajo fuera de las
tareas de cosechar: apenas un ‘huactapeo’ o dos al año, cuando la chacra es
joven, y después de unos años, cuando los árboles han crecido lo suficiente y
dan sombra al suelo, limpieza cada dos años.
El modelo agroforestal de Tamshiyacu no es muy
antiguo, pues ha sido desarrollado en los últimos 50 ó 60 años, de acuerdo con
Hiraoka (1983). Antes de ese tiempo, los campesinos de Tamshiyacu se dedicaban
mayormente a la madera, que como bien saben los campesinos e indígenas que
siguen en esta actividad, es un trabajo muy duro, poco rentable y poco
sostenible bajo el modelo actual (las maderas comerciales son cada vez más
escasas y es más costoso extraerlas).
Los ingresos por la venta de humarí y de castaña, sin
embargo, han colocado a los campesinos de Tamshiyacu entre los más prósperos de
Loreto, pues ganan entre tres y cuatro veces más que el promedio de la región
(ver, por ejemplo, Gradwohl & Greenberg 1988).
Los ‘tamishiaquinos’ han logrado desarrollar un modelo
agrícola sostenible ecológicamente, y económicamente rentable, pero no gracias
a la ayuda de costosos proyectos de desarrollo, ni al asesoramiento de técnicos
y científicos, ni al apoyo de préstamos agrarios. Nada de eso. Ha sido fruto de
su propio esfuerzo y creatividad, del aporte y la experiencia acumulada de
todos y cada uno de los campesinos, que a su vez han heredado sus conocimientos
de la ecología de la selva y la sabiduría de los ancestros indígenas.
Sin embargo, no todo es color de rosa en esta zona,
según expusieron en el I Congreso de Organizaciones Agrarias del Distrito de
Tamshiyacu, realizado en la capital del distrito el pasado domingo 12 de
febrero. El mayor problema que enfrentan ahora los campesinos de Tamshiyacu es
el mercado, ya que la producción de humarí es estacional y los precios caen
estrepitosamente en el clímax de la temporada, haciendo no rentable la
extracción de las chacras más alejadas. Los varios investigadores y expertos
invitados a este evento (entre ellos varios del IIAP) hicieron hincapié en la
alternativa para salir de este atolladero: el valor agregado.
Efectivamente, el humarí, la “mantequilla vegetal” de
la selva, puede ser procesado y envasado para que los consumidores fanáticos de
este maravilloso fruto puedan disfrutar de él todo el año. El Ing. Gonzalo
Tello, tan emprendedor él explorando tecnologías de transformación de productos
amazónicos, comentó en Tamshiyacu que había experimentado con la elaboración de
mantequilla de humarí, y que había un par de cuellos de botella técnicos: los
aceites se enrancian y los sabores se desvanecen luego de un tiempo. Son
problemas fácilmente solucionables con las tecnologías actuales, pero se
requiere inversión en investigación, algo que hasta ahora nadie hace.
No me cabe duda de que en unos años los loretanos que
viven en Lima o en otras partes podrán tomar su desayuno loretano con
mantequilla de humarí, mermelada de aguaje y otros frutos amazónicos producidos
orgánica y sosteniblemente, y transformados adecuadamente. Y no sólo los
loretanos: la afición a productos amazónicos orgánicos crece como la espuma en
el primer mundo, y así como los brasileños consiguieron invadir los mercados de
Estados Unidos con su assaí gracias a sus promocionadas cualidades nutracéuticas,
también podríamos hacer lo propio con la mantequilla u otros productos del
humarí, una fruta que hasta donde sabemos sólo se produce masivamente en Loreto
(a diferencia de otras comerciales, como la piña o el cacao, que se cultivan en
varios continentes). Nos informaron que existen más de 1500 ha de humarales en
producción sólo en Tamshiyacu, un capital nada despreciable para iniciar una
industria de transformación.
Los cuestionados créditos agrarios deberían apoyar, en
zonas con vocación agraria como Tamshiyacu (otras zonas tienen más vocación
‘forestal’, sin duda), el cultivo de frutales nativos en sistemas
agroforestales como los citados, en vez de financiar monocultivos –peor aún, de
especies foráneas- en suelos pobres de altura como los del eje de la carretera
a Nauta, de dudosa rentabilidad económica y más que dudosa sostenibilidad
ecológica. Y debería invertirse fuertemente en tecnologías de transformación y
apertura de mercados. Si bien los campesinos emprendedores de Tamshiyacu no
requirieron del patronazgo del Estado para manejar sus cultivos, sí lo
necesitan ahora para transformarlos y hacerlos llegar a mercados expandidos.
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