viernes, 21 de septiembre de 2012

POLÍTICA DE PAZ

Luis Ordóñez

   Llega hasta el hastío tanta vaguedad en la política de paz nacional. No se duda, los peruanos expresan sus ingenios y ponen el pecho para tratar sacar adelante al país; sin embargo, quienes reciben los encargos políticos y administrativos, arribados al lugar, tuercen las orientaciones que desea el país. Este acto, de no poner el hombro de aquellos encargados, como es el deseo de la mayoría, es el que está haciendo sacar de su paciencia al pueblo peruano. Dejemos de ínfulas tontas, el pueblo quiere vivir en PAZ,

   El país vivió veinte años de violencia, desde 1980 hasta el 2000. ¿Quienes ganaron y quienes perdieron? Primero, a nadie en su sano juicio, se le puede ocurrir imponer sus ideas con el cañón del fusil en la cabeza del otro. ¿No es faltar de respeto amenazar a alguien para que piense igual que uno bajo amenaza de muerte? ¿Aquel individuo que actúa de esa manera, haría lo mismo con su madre? ¿Qué piensa y cómo actúa la mamá, el papá del actuar malsano de su hijo? ¿Los padres están de acuerdo con estas actuaciones? Segundo, se presume que quienes ganaron fueron los que asesinaron a cerca de setenta mil peruanos, logrando sus objetivos de crear el caos, victimar personas inocentes y destruir infraestructuras básicas peruanas de montos incalculables como puentes, edificios, casas, carreteras, torres de alta tensión, etc. Tercero, quienes perdieron fueron todos los peruanos, unos con la muerte de familiares inocentes; y otros, con la pérdida de sus casas, fruto de vidas enteras de trabajo.

   Ahora abiertamente se le apunta con el dedo y a voz en cuello se le dice: “ladrón”, “asesino”, a quién, gracias a su verdadera decisión de trabajo, estratégicamente bien planteado, logró menguar la violencia de veinte años hasta casi desaparecerla. Ha logrado también vencer la híper inflación que venía socavando la economía del país, debido al derroche del poco dinero de los peruanos, en afanes politiqueros partidarios del gobierno, solo para ganarse aplausos, sonrisas y votos y más votos en las ánforas. El “premio” a la sagacidad de vencer temas casi consumados como la violencia y la híper inflación, es la cárcel, es el insulto, es el agravio. En realidad, no se entiende.

   A una docena de años que arribaron al gobierno los llamados “demócratas”, al menos se trata de mantener la economía en el norte enrumbado por quien enderezó la economía con valor y está “preso” por eso. En cambio, por estar preocupados en amasar fortunas económicas con las alas de la corrupción, han descuidado de nuevo el avance del narcotráfico y sus aliados. Después de doce años, hay evidencias del inicio de la violencia de esos fatídicos veinte años.

   Claro, como manifestó una persona, quizá con conocimiento de causa, que de los tres mil trescientos presos por la violencia dejados en las cárceles el año 2000, ahora quizá haya trescientos. Esas son las consecuencias de una mal llamada democracia, carecer de políticas claras sobre los temas básicos de la sociedad. Crear una llamada Comisión de la verdad, que hurgaba entre los rezagos de la violencia de veinte años, justificaciones supuestamente valederas por las que era necesaria la presencia de la violencia, como los supuestos abusos de las fuerzas policiales y armadas, incumplimientos de los narcotraficantes sobre los tratos hechos con los productores de hoja de coca. ¿Y el pueblo? En ninguna parte, salvo mejor parecer, el informe de esa llamada comisión de la verdad, incrimina con nombre propio a los malos peruanos que mataron peruanos inocentes, a los peruanos que destruyeron las obras públicas y privadas peruanas. No, que los policías fueron los malos, que los miembros de las fuerzas armadas fueron los malos, que los narcotraficantes tienen la culpa y que el pueblo peruano tiene que obedecer sus caprichos a las buenas o a las malas.  

   El Perú necesita, a gritos, paz y economía sólida. Que el Supremo Gobierno Nacional, defina bien la política de paz y actúe con firmeza.

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