miércoles, 17 de octubre de 2012

LOS PERUANOS OLVIDADOS DEL VRAE

Luis Ordoñez Sanchez

     Tan pronto pasaron treinta años. El año 1982, sacando lustre a los primeros días, semanas y meses de ingeniero agrónomo, acompañado de ingenieros forestales y sociólogos, el equipo ingresó desde Satipo, volando media hora en avioneta, al valle del río Ene, comprensión al distrito de Río Tambo, provincia de Satipo, departamento de Junín. El equipo salió del valle en 1984, tras presión de elementos subversivos y narcotraficantes.

   El equipo de técnicos demarcó los territorios de comunidades nativas Campa Ashaninka, dejando en muchos casos áreas separadas de los colonos ayacuchanos. El trabajo del equipo frenó la ola de enfrentamientos entre nativos y colonos, con estas demarcaciones y con la inmediata entrega de los títulos de propiedades de las comunidades. El equipo ingresó por decisión expresa del Presidente Fernando Belaunde Terry, creando para esa labor el Proyecto Especial Pichis Palcazú.

   Para la titulación, además de la demarcación de los territorios de las comunidades nativas, el equipo visitó a cada una de las comunidades, asentadas a ambas márgenes del río Ene, para el estudio socio económico. Así mismo, empadronó a las agrupaciones de colonos asentadas dentro de dichos territorios nativos, separadas por la demarcación, mediante trochas.

   Los dirigentes de todas las comunidades nativas desconfiaban del trabajo y de la dación de sus respectivos títulos de propiedad; pues, estas labores, ya se habían hecho en muchas oportunidades y jamás llegaron los ansiados títulos. Al contrario, quienes arribaron por la ventana y de manera masiva fueron los colonos invasores, provocándose los enfrentamientos.

   Los colonos estaban asentados, tras arduos enfrentamientos, en las orillas del río Ene (“la carne”); mientras los nativos fueron “arrinconados” a las partes altas de sus propios territorios (“el hueso”). La gran mayoría de los colonos procedían de la sierra de Ayacucho; por tanto, re iniciar una nueva vida en tierras lejanas, de diferente clima, con enfermedades endémicas y en ambiente social hostil, a la expectativa del ataque armado de los nativos, ha hecho que la vida de éstas familias sea realmente inimaginable, que daba ganas de llorar al verlos sufrir. Por su parte, los nativos, quienes vivían desde tiempos inmemorables en estas tierras de bosques vírgenes y río caudaloso, alimentándose de la caza de animales silvestres, raíces, frutos, cogollos, hojas, flores; y, de la pesca con anzuelos y redes en el río Ene y en las quebradas y riachuelos afluentes, de pronto, tras los enfrentamientos con los invasores colonos, donde perdieron muchas vidas, tuvieron que migrar a las partes altas, agrestes de los bosques, donde solo podían cazar y no pescar. Su vida social con otras comunidades vecinas se vio truncada.

   En estas circunstancias movidas, reciben la ingrata visita de gente armada y de narcotraficantes, quienes aún más, completan el sancochado social de estos peruanos olvidados, emulando un hecho de hace más de 400 años, cuando ingresaron los españoles a Cajamarca, capturan a Atahualpa, precisamente cuando había una guerra intestina entre los hermanos Huáscar y Atahualpa. En aquel entonces ganan los invasores. Ahora, ocurre algo similar, los colonos en disputa de tierras con los nativos Campa, ambos peruanos olvidados, por la extrema pobreza de vida, debido a la ausencia de servicios del estado, referida a salud y educación deficiente, a la ausencia de carreteras, bajo nivel de servicio agropecuario, casi nula comercialización de productos, están siendo casi desaforados, porque el valle se ha convertido en campo de batalla, por gente foránea, que no vive y no quiere al rico valle del río Ene (militares, subversivos y narcotraficantes); es decir, los naturales, ahora colonos y nativos, simplemente no son considerados para nada, “no son gente humana”; para ellos, peruanos olvidados, no hay derechos humanos. Son los peruanos olvidados del VRAE.

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