Tan pronto pasaron treinta años. El año
1982, sacando lustre a los primeros días, semanas y meses de ingeniero
agrónomo, acompañado de ingenieros forestales y sociólogos, el equipo ingresó
desde Satipo, volando media hora en avioneta, al valle del río Ene, comprensión
al distrito de Río Tambo, provincia de Satipo, departamento de Junín. El equipo
salió del valle en 1984, tras presión de elementos subversivos y
narcotraficantes.
El equipo de técnicos demarcó los
territorios de comunidades nativas Campa Ashaninka, dejando en muchos casos
áreas separadas de los colonos ayacuchanos. El trabajo del equipo frenó la ola
de enfrentamientos entre nativos y colonos, con estas demarcaciones y con la
inmediata entrega de los títulos de propiedades de las comunidades. El equipo
ingresó por decisión expresa del Presidente Fernando Belaunde Terry, creando
para esa labor el Proyecto Especial Pichis Palcazú.
Para la titulación, además de la demarcación
de los territorios de las comunidades nativas, el equipo visitó a cada una de
las comunidades, asentadas a ambas márgenes del río Ene, para el estudio socio
económico. Así mismo, empadronó a las agrupaciones de colonos asentadas dentro
de dichos territorios nativos, separadas por la demarcación, mediante trochas.
Los dirigentes de todas las comunidades
nativas desconfiaban del trabajo y de la dación de sus respectivos títulos de
propiedad; pues, estas labores, ya se habían hecho en muchas oportunidades y
jamás llegaron los ansiados títulos. Al contrario, quienes arribaron por la
ventana y de manera masiva fueron los colonos invasores, provocándose los
enfrentamientos.
Los colonos estaban asentados, tras arduos
enfrentamientos, en las orillas del río Ene (“la carne”); mientras los nativos
fueron “arrinconados” a las partes altas de sus propios territorios (“el
hueso”). La gran mayoría de los colonos procedían de la sierra de Ayacucho; por
tanto, re iniciar una nueva vida en tierras lejanas, de diferente clima, con
enfermedades endémicas y en ambiente social hostil, a la expectativa del ataque
armado de los nativos, ha hecho que la vida de éstas familias sea realmente
inimaginable, que daba ganas de llorar al verlos sufrir. Por su parte, los
nativos, quienes vivían desde tiempos inmemorables en estas tierras de bosques
vírgenes y río caudaloso, alimentándose de la caza de animales silvestres,
raíces, frutos, cogollos, hojas, flores; y, de la pesca con anzuelos y redes en
el río Ene y en las quebradas y riachuelos afluentes, de pronto, tras los
enfrentamientos con los invasores colonos, donde perdieron muchas vidas,
tuvieron que migrar a las partes altas, agrestes de los bosques, donde solo
podían cazar y no pescar. Su vida social con otras comunidades vecinas se vio
truncada.
En estas circunstancias movidas, reciben la
ingrata visita de gente armada y de narcotraficantes, quienes aún más,
completan el sancochado social de estos peruanos olvidados, emulando un hecho
de hace más de 400 años, cuando ingresaron los españoles a Cajamarca, capturan
a Atahualpa, precisamente cuando había una guerra intestina entre los hermanos
Huáscar y Atahualpa. En aquel entonces ganan los invasores. Ahora, ocurre algo
similar, los colonos en disputa de tierras con los nativos Campa, ambos
peruanos olvidados, por la extrema pobreza de vida, debido a la ausencia de
servicios del estado, referida a salud y educación deficiente, a la ausencia de
carreteras, bajo nivel de servicio agropecuario, casi nula comercialización de
productos, están siendo casi desaforados, porque el valle se ha convertido en
campo de batalla, por gente foránea, que no vive y no quiere al rico valle del
río Ene (militares, subversivos y narcotraficantes); es decir, los naturales,
ahora colonos y nativos, simplemente no son considerados para nada, “no son
gente humana”; para ellos, peruanos olvidados, no hay derechos humanos. Son los
peruanos olvidados del VRAE.
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