miércoles, 6 de abril de 2011

PANDILLAJES JUVENILES


Luis Ordóñez


Que la delincuencia se ha incrementado en el país es cierto y asombroso. Si ésta triste realidad nos preocupa a los pobladores de a pie, es por que estamos expuestos a sus radicales y unilaterales decisiones, que ponen en riesgo no solo la inminente pérdida de nuestros bienes, sino también el irremediable quebranto de vidas inocentes.

Esta masiva inseguridad nacional, ocurre por que los delincuentes campean en el territorio como Pedro en su casa. ¿Cuál es la actitud de nuestras autoridades? Lamentablemente tenemos autoridades. Ellas están preocupadas de los múltiples asuntos domésticos que los aquejan, que no disponen de tiempo para ver temas de la gente, de la mayoría de la población; aunque la gente es el motivo para desempañar tal o cual cargo público.

Empero, la otra preocupación del pueblo, referida a éste mismo tema delincuencial, es que el mal sigue regando semillas sin límites y por todas partes del país. Los delincuentes “profesionales”, de rango alto, cometen sus “actividades” en el centro de las ciudades, en lugares públicos, en las mismas narices de las autoridades policiales, judiciales, hasta en las casas de los congresistas. Las semillas delincuenciales que están germinando son las grandes masas de pandilleros, estudiantes de instituciones educativas secundarias, que inicialmente cometen destrozos en las viviendas, invaden las cabinas de internet para extasiarse de videos pornográficos y videos de muertes, robos y uso de narcóticos; y que luego harán robos y muertes en la vida real.

Pero, lo sorprendente también es, que los pandilleros, no son hijos de familias de escasos recursos económicos; sino, generalmente son hijos de profesionales, de empresarios, quienes tienen suficientes ingresos familiares. ¿Qué es lo que está pasando en los hogares? De nuevo, sin ánimo de escupir al cielo, es importante recordar a los padres y madres, que la razón de ser de un hogar es el hijo (a).

La razón de un hogar no es el dinero. Hacer dinero y vivir para el “señor” dinero. El dinero es un medio que permite cubrir necesidades materiales; y, para obtener ese dinero debemos trabajar. En cambio, el hijo no solo vive de la casa, del pan, del vestido, de la motocicleta, del carro, del avión, del tren…el hijo fundamentalmente debe enriquecerse de valores humanos: la puntualidad, el respeto al prójimo, la solidaridad humana. El hijo también, debe enriquecer su mente, debe ampliar su sabiduría, debe ingresar al mundo del conocimiento infinito, para nadar con facilidad en este medio de durísima competencia. Y sobre todo, el hijo debe enriquecerse en el AMOR a Dios, el AMOR al prójimo. Un hijo que CREE y tiene FE en Dios, jamás maltratará y mucho menos matará al prójimo. Como vemos, no todo se compra con dinero. La práctica del saludo y respeto al vecino no se logra con dinero. El Amor a Dios no se adquiere con dinero. Estos valores gigantescos se hacen realidad con la enseñanza en el interior del hogar, con el ejemplo de los padres. No diciendo “hijo saluda al vecino” si el padre no saluda. “Hijo no robes”, si el padre roba delante del hijo. Generalmente los padres estamos muy ocupados con “los quehaceres” fuera de la casa, que al hijo se le da “propinas gruesas” para que no siga “molestando”. Se le compra vehículos, bienes suntuosos y superfluos como una supuesta demostración que se le quiere. El hijo necesita no necesariamente esos bienes caros, sino aspira el AFECTO, la ATENCIÓN directa del padre, de la madre. Necesita que el padre le escuche, le regale un poquito de su tiempo para conversar como sinceros y buenos amigos de verdad. El hijo necesita que el padre le diga: “hijo te quiero mucho”. El hijo quiere un abrazo del padre, no obstante su edad juvenil. El afecto no se compra con dinero, no se exige con la fuerza, sino se gana con el corazón, con la entrega de amor de un padre al hijo. Querer al hijo, no es comprarle cosas caras. Si hay suficiente recursos en el hogar, no mezclar los temas. Por un lado, se le puede dar lo que necesita materialmente; pero, también, y como primera prioridad, se le debe dar la debida ATENCIÓN, se le debe escuchar, se debe conversar, se le debe abrazar como cuando era inocente bebito de cuna. Ese abrazo no se compra con dinero, sino, se logra con el corazón. Con la práctica de estos gestos humanos naturales, evitaremos los pandillajes juveniles en las calles.

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