Luis Ordóñez
Son las nueve de la mañana. Estamos dos personas esperando el inicio de la reunión. Quince minutos después, un hombre aparece cargando parte del equipo de sonido. Luego de diez minutos, otra persona trae alambres, enchufes. Una dama apresurada llega y cubre la mesa de honor con un mantel blanco. Así, el tiempo pasa, a los cuarenta y cinco minutos llegan uno a uno los demás invitados, con una lentitud sobria, como si estarían ingresando al local con una hora de anticipación. El proyector multimedia, las presentaciones, en fin, después de una hora del tiempo previsto, todo falta.
- Ya pasó una hora y no se inicia el evento – increpa un asistente.
- Es que es “la hora peruana” pues – responde el organizador.
Hora peruana. La hora peruana debe ser la hora exacta. Si señor, así demuestro el respeto que tengo a los invitados; y, sobre todo, el respeto que me tengo yo mismo.
- Es que hasta un Presidente de la República inventó la “hora Cabana”, que significa que el evento se inicia cuando le da la gana.
- No puede ser.
- Así son las cosas, pues señor.
- ¿Cómo?
- Mire, si hubiésemos iniciado el evento a las nueve en punto ¿con quienes lo hubiésemos hecho? Con ustedes dos. No justifica, no resulta rentable.
- Ah, por eso, hay que esperar que llegue la gente.
- Claro,
- Mire usted, si sumamos las cien personas por una hora de pérdida solamente, son cien horas, es decir, doce jornales y medio perdidos. Si multiplicamos por el valor del jornal de un profesional en promedio, son un mil doscientos nuevos soles. Si multiplicamos por el jornal de un especialista, la pérdida se triplica. Es más, el tiempo perdido, es un tiempo irrecuperable. Pierde el país, perdemos los seres humanos en general. Por tanto, en adelante, LA HORA PERUANA, ES LA HORA EXACTA, si es que realmente nos respetamos y nos queremos como peruanos.
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