La sangre de drago, o de grado, como decimos en Loreto, es uno de los tantos productos amazónicos promisorios que no acaba de ‘madurar’. Hace años que venimos escuchando de su potencialidad como producto medicinal natural, dadas sus increíbles cualidades como cicatrizante y antibacteriano. Por unos años los precios fueron muy atractivos y parecía que la demanda internacional estaba garantizada. Una empresa de California había sacado al mercado un cicatrizante en spray para excursionistas, con base en la maravillosa savia amazónica, y hacía pedidos masivos.
De ahí, como en tantas otras cosas, vino el problema: los productores y comerciantes comenzaron a “hacer la pilla”, mezclando la savia original del “Croton lecheri”, como se conoce científicamente al maravilloso árbol, con la savia rojiza de otras plantas; hasta se dice que algunos le añadían detergente para que produjese “espuma”, ese rasgo característico de la sangre de grado. Esto malogró el mercado, que ahora es mucho más selectivo para comprar la materia prima. ¿Cuándo establecerá el Estado un mecanismo de control de calidad y certificación de productos de exportación para evitar desastres como éste? No es la primera vez que ocurre.
Otro problema fue el tema de la sostenibilidad: como para la cosecha de la savia es necesario tumbar el árbol, la especie comenzó a escasear en las áreas más accesibles, por lo que los compradores extranjeros comenzaron a exigir en sus pedidos certificación de origen del producto de plantaciones manejadas. Hay que tener en cuenta que el Croton no crece en cualquier tipo de suelo, sino en suelos de altura, no inundables, y relativamente ricos en nutrientes, no tan comunes en selva baja.
El principio activo de la sangre de grado es un alcaloide, la taspina. Se ha podido comprobar que esta sustancia induce la migración celular y la regeneración epitelial en la zona de aplicación, por lo que es muy útil para curar heridas y úlceras. Puedo dar fe de sus valores porque con su aplicación conseguí lo que no pudo la medicina moderna: curar una faringitis crónica que me torturó por años.
Su uso más conocido es como cicatrizante, pero también se usa como astringente, hemostático, antidiarreico, antiinflamatorio y antitumoral. Y son conocidos también valores como antioxidante, antibacteriano y antivírico. Una auténtica farmacia selvática envasable en goteros de 30 cm³, que es como lo vende Elsa Rengifo (IIAP), su gran promotora en Iquitos junto con el Prof. Franklin Ayala (UNAP).
Por sus cualidades citadas la sangre de grado se usa para curar diversas dolencias de difícil tratamiento: afecciones a la boca y garganta, heridas y úlceras recalcitrantes, afecciones vaginales y del cuello uterino, úlceras del colon y del estómago, hemorroides y dermatitis varias.
También sirve para tratamientos más genéricos, como las diarreas persistentes, gastroenteritis, colitis y hasta para la anorexia. Hoy que se conoce que la molesta y hasta hace poco incurable úlcera estomacal es producida por la bacteria Helicobacter pylori es bueno saber que la sangre de grado es una inhibidor poderoso de su crecimiento.
El árbol de sangre de grado es una planta pionera de rápido crecimiento. En cinco o seis años está listo para la cosecha, y tiene una increíble capacidad de regeneración natural. Se ha intentado sangrar el árbol sin talarlo, pero la cantidad producida es mínima. De ahí la importancia de promover las plantaciones para garantizar la producción sostenible.
Mi amigo Jaime Castro es uno de los cuatro o seis cultivadores de sangre de grado que debe haber en Loreto. El popular “Tunchi” o “Maligno”, para los más amigos, es un agricultor de Intuto, alto Tigre, al que conozco desde hace más de 20 años. Me habla entusiasmado de su plantación de sangre de grado, instalada con apoyo de un proyecto del IIAP para la cercana Reserva Nacional Pucacuro.
Actualmente tiene una hectárea y media con unos 2,500 árboles, de poco más de dos años, pero espera llegar a los 10,000. “Le he enviado a mi hija, que vive en Lima, un par de botellas y las ha vendido al menudeo en 200 soles. Y me ha dicho: Papi, ahí está el negocio, yo te apoyo a sembrar dos o tres hectáreas más, y luego me encargo de la venta en Lima”. Según Castro, la gente le compra por la confianza: ante tanto producto ‘bambeado’ que se vende por ahí, la sangre de grado que él produce está garantizada. De cada árbol se saca unas cuatro botellas, por lo que es un producto realmente rentable.
‘Tunchi’ Castro es también uno de los pocos agricultores de Intuto que mantuvo su sistema agroforestal impulsado por Cáritas Iquitos en los años 90. En su parcela tiene ahora, además de sangre de grado, buena cantidad de árboles frutales y maderables. Entre los frutales tiene zapote, sachamangua, humarí, hamacahuayo, mango, lima dulce, limón, shapaja, macambo, pijuayo, castaño brasileño, casho, lúcuma, aguaje, sinamillo, en total 36 especies, y todos en producción. También tiene una buena crianza de gallinas con las que complementa sus ingresos.
“Mi señora vende la fruta en Intuto, según época, todito le quitan de las manos, de eso vivimos ahora. La mayoría de la gente que puso árboles los taló luego para hacer chacra, o los abandonó. De Intuto apenas hemos quedado tres con chacras integrales, de los 80 que recibieron el apoyo de Cáritas; otros 5 ó 6 quedan en las comunidades de Santa Elena y Providencia. De la comunidad nativa de 28 de Julio ni uno ha continuado”, me dice.
Esto confirma la hipótesis: la mayor parte de la población rural amazónica no tiene vocación ‘agricultora’ tal como se concibe el término desde la Costa o el Ande, apenas cultivan su chacra para proveerse de alimentos. Para ganarse algo de dinero prefieren dedicarse a las actividades extractivas, sea pesca, caza, madera u otros productos del bosque. Un pequeño porcentaje es el que tiene esa visión ‘sedentaria’, de cultivo y crianza, mientras que la mayor parte sigue con su vocación ancestral de manejo de productos silvestres, de flora y fauna. Tomará varias generaciones para que esto cambie.
Éste es uno de los motivos por los que fracasan tantos proyectos, que tratan de impulsar modelos no acordes con la idiosincrasia de la mayor parte de la población amazónica. Esto no quita para que se apoye a pioneros como el ‘Tunchi’ Castro, que sí tienen esa vocación ‘productora’ y están abriendo trocha para un futuro diferente.
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* José Álvarez Alonso es biólogo e investigador de Instituto de Investigación de la Amazonía Peruana (IAAP).
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