Darío Vásquez Saldaña nació en Piscoyacu, provincia de de Huallaga (San Martín). La palabra Piscoyacu tiene raíz quechua: «Pishco», pájaro, «yacu», agua (manantial de las aves), nombre que le pusieron los cazadores lamistas (fundadores del pueblo)cuando llegaron al lugar ya que encontraron abundantes aves silvestres que se posaban en las orillas de la quebrada que es un afluente del río Saposoa, el cual desemboca en el río Huallaga. La quebrada de Piscoyacu cruza un hermoso valle ubicado en el margen derecho del río Saposoa; allí comenzaron a vivir los cazadores lamistas y mestizos de otros lugares, fundamentalmente aquellos desocupados por la desaparición de la industria de la shiringa (caucho), para dedicarse al cultivo del barbasco y a la ganadería. Precisamente hay referencias que los abuelos (paterno y materno) de Darío, don Wenceslao Vásquez Ramírez y don Juan de Dios Saldaña Vela, fueron shiringueros que llegaron a Piscoyacu a finales de 1800 para después dedicarse a la agricultura y al cultivo del barbasco.
Los padres de Darío son Juan Vásquez Urbina y Rosenda Saldaña Rengifo. Darío fue parte de un grupo de jóvenes que decidieron romper el conformismo de alcanzar solamente la educación primaria. Saposoa dista cinco kilómetros de Piscoyacu, y allí era el lugar donde se podía estudiar la secundaria nocturna. Darío emprende la tarea de estudiar la secundaria nocturna. Todos los días, de lunes a viernes, a las cinco de la tarde aperaba su caballo y partía rumbo a Saposoa, retornando a las once o doce de la noche. El camino era carrozable, casi intransitable en épocas de lluvia.
Terminó la secundaria de manera sobresaliente e ingresó a la Escuela Normal de Saposoa. Cuentan que para entonces vivía en casa de su padre y durante la noche se pasaba horas riéndose cuando gozaba de la lectura de «Don Quijote de la Mancha».Su hermano Teodoro y su primo Alfonso Pérez con quienes compartía la misma habitación llegaron a creer que estaba loco porque sus carcajadas no los dejaba dormir cuando se ponía a leer la obra cumbre de Cervantes.
Al graduarse de profesor de primaria integró la plana docente de la Escuela Primaria de Varones N° 185 de Piscoyacu, pero «las locas ilusiones le sacaron de su pueblo para ver la capital». Allí estuvo entre cal y arena, entre volver a la docencia o abrir nuevos rumbos, pero la mística de maestro pesó más y volvió a las aulas pensando como el profesor Dolorier, «ser maestro en el Perú es una forma digna de vivir y una forma heroica de morir»; por lo que en Chancay dio parte de su vida al glorioso sindicato de profesores (SUTEP), lugar al que viajaba riéndose a mandíbula batiente cuando se ponía a leer el boletín noticioso y humorístico «Piscoyacu» que sus paisanos publicaban en Lima. Los pasajeros, igual que sus primos, le creían loco porque se reía solo, pero él seguía haciéndose el loco.
NOTA: Mi abuelo Juan de Dios Saldaña Vela me contó cuando yo tenía 9 ó 10 años que Darío estuvo presente en la inauguración del Teatro de Manaos (Brasil) donde Carusso fue el invitado principal.
*Copia fiel del original escrito por César Paredes Vásquez (primo del escritor), de acuerdo a los truenos que salían de la boca de Román Vásquez Arévalo.
Esto es lo que dijo el escritor Darío Vásquez Saldaña antes de contestar unas preguntas: «Álvaro, en primer lugar te agradezco esta entrevista. En segundo lugar debo manifestarte que, al leer tus mensajes tengo la impresión de que no estoy leyéndolos sino escuchándote personalmente. Cada expresión resuma vitalidad, humor, irreverencia y cachondeo (como dice Cronwell Jara). Creo que hay algo en nosotros (los de la selva) de lo que decía Oscar Wilde, que hay que reírnos de nuestras tragedias como la única forma de poderlas soportar. Bueno, todo eso es tan buen síntoma de que ni la globalización, ni los problemas acuciantes, ni el desarraigo han hecho mella en tu capacidad de alegrarte todos los días, característica muy nuestra. ¡Qué viva la vida, hermano!»
Darío Vásquez Saldaña. Piromántico. Escritor de paradigmas y embrujos.
Escribe : Alvaro Ique Ramírez
Fort Myers- EEUU
Los padres de Darío son Juan Vásquez Urbina y Rosenda Saldaña Rengifo. Darío fue parte de un grupo de jóvenes que decidieron romper el conformismo de alcanzar solamente la educación primaria. Saposoa dista cinco kilómetros de Piscoyacu, y allí era el lugar donde se podía estudiar la secundaria nocturna. Darío emprende la tarea de estudiar la secundaria nocturna. Todos los días, de lunes a viernes, a las cinco de la tarde aperaba su caballo y partía rumbo a Saposoa, retornando a las once o doce de la noche. El camino era carrozable, casi intransitable en épocas de lluvia.
Terminó la secundaria de manera sobresaliente e ingresó a la Escuela Normal de Saposoa. Cuentan que para entonces vivía en casa de su padre y durante la noche se pasaba horas riéndose cuando gozaba de la lectura de «Don Quijote de la Mancha».Su hermano Teodoro y su primo Alfonso Pérez con quienes compartía la misma habitación llegaron a creer que estaba loco porque sus carcajadas no los dejaba dormir cuando se ponía a leer la obra cumbre de Cervantes.
Al graduarse de profesor de primaria integró la plana docente de la Escuela Primaria de Varones N° 185 de Piscoyacu, pero «las locas ilusiones le sacaron de su pueblo para ver la capital». Allí estuvo entre cal y arena, entre volver a la docencia o abrir nuevos rumbos, pero la mística de maestro pesó más y volvió a las aulas pensando como el profesor Dolorier, «ser maestro en el Perú es una forma digna de vivir y una forma heroica de morir»; por lo que en Chancay dio parte de su vida al glorioso sindicato de profesores (SUTEP), lugar al que viajaba riéndose a mandíbula batiente cuando se ponía a leer el boletín noticioso y humorístico «Piscoyacu» que sus paisanos publicaban en Lima. Los pasajeros, igual que sus primos, le creían loco porque se reía solo, pero él seguía haciéndose el loco.
NOTA: Mi abuelo Juan de Dios Saldaña Vela me contó cuando yo tenía 9 ó 10 años que Darío estuvo presente en la inauguración del Teatro de Manaos (Brasil) donde Carusso fue el invitado principal.
*Copia fiel del original escrito por César Paredes Vásquez (primo del escritor), de acuerdo a los truenos que salían de la boca de Román Vásquez Arévalo.
Esto es lo que dijo el escritor Darío Vásquez Saldaña antes de contestar unas preguntas: «Álvaro, en primer lugar te agradezco esta entrevista. En segundo lugar debo manifestarte que, al leer tus mensajes tengo la impresión de que no estoy leyéndolos sino escuchándote personalmente. Cada expresión resuma vitalidad, humor, irreverencia y cachondeo (como dice Cronwell Jara). Creo que hay algo en nosotros (los de la selva) de lo que decía Oscar Wilde, que hay que reírnos de nuestras tragedias como la única forma de poderlas soportar. Bueno, todo eso es tan buen síntoma de que ni la globalización, ni los problemas acuciantes, ni el desarraigo han hecho mella en tu capacidad de alegrarte todos los días, característica muy nuestra. ¡Qué viva la vida, hermano!»
Darío Vásquez Saldaña. Piromántico. Escritor de paradigmas y embrujos.
Escribe : Alvaro Ique Ramírez
Fort Myers- EEUU
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