Luis Ordóñez
Ya
hace más de dos años que el silencio encubre el tráfico de madera. Ya hace más
de dos años que los medios de comunicación no mencionan en grandes titulares
sobre el decomiso de madera “ilegal”. El común de las personas se imagina que
“felizmente ya no hay esos alarmantes negocios ilícitos con la madera en la
región”. Por supuesto, que las personas tienen todo el derecho del mundo de
equivocarse.
El
silencio comprometedor, empero, se convierte en la catálisis de las personas,
que las hace brotar un abanico de pensamientos y hasta sentimientos
encontrados. Por un lado, que los decomisos se hacen de manera fraudulenta, de
repente empleando formatos impresos duplicados y triplicados; que
las autoridades policiales y regionales dejan pasar la madera previa
negociación económica; que la madera decomisada, la de mejor valor económico,
va a las empresas madereras y/o carpinterías de “amistades” y familiares de las
autoridades del rubro, para el respectivo procesamiento; que las autoridades
regionales del más alto rango e intermedios, se hacen los “suecos” ante tamaña
anomalía incontrolable, quizá porque de una u otra forma se benefician con unos
y otros “mueblecitos” o unos “sencillitos” para el fin de semana.
El
silencio cómplice no solo acusa altisonante el tráfico de inmensos volúmenes de
madera; sino que además, muestra con gran claridad la radiografía de una
corrupción campante, enquistada en la región y practicada por los “funcionarios
sin títulos y con amplia experiencia” de los diferentes niveles; así como
manifiesta evidente, que los escasos bosques sobrevivientes de la región, están
siendo arrasados y exterminados porque simplemente son bosques sin dueño,
carentes de vigilancia y parecería que no hubiesen corazones humanos que aún
los amen. Por cada minuto que pasa en el tiempo infinito, hay cientos de
árboles arrasados sin misericordia. A este ritmo, dentro de dos años más, que
es un lapso muy prolongado, quizá ya no exista un árbol en pie, que la próxima
gestión regional, tenga que realizar un verdadero trabajo orientado a procurar
recuperar el medio ambiente deteriorado, maltratado y sobre explotado.
Existen
notorias esperanzas de que los hijos de esta nueva generación trabajen de
manera planificada por restablecer el medio ambiente de la región, que
realmente la aman; existen consensos humanos en las políticas ambientales
naturales, en base a capitalizar los sentimientos regionales, en provecho de un
pueblo que ansía salir adelante con denodado trabajo mancomunado.
Siempre
se decía: “quien tiene como vocación por la madera, que produzca madera; así
como quien tiene vocación por el café, que produzca café; quién
tiene vocación por la ganadería, que produzca ganado”. No sería gracioso que
una persona comercialice ganado producido por otra; que venda café producido
por otra; que venda madera producida por la naturaleza, que es de todos los
peruanos.
Ante
la carencia de una política clara sobre la explotación de la, cada vez más,
escasa madera, a decir de los pobladores, hay una abrumadora confusión que
favorece a la corrupción, y se colocan garitas en la carretera marginal, como
si con ellas se solucionaría la tala de los árboles. El árbol cortado, legal o
ilegal ya está cortado. Por ello, para manejar el uso de la madera con
responsabilidad, debe existir una política nacional y regional clara. Resulta
hasta risible, que se esté fomentando la “participación” de la población para
opinar sobre la próxima Ley Forestal, cuando ya no existen bosques.
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