No hay razón de asombrarse, porque la conducción a la
no lectura viene desde tiempo atrás y se ha ido sembrando progresivamente;
ahora se está cosechando.
Primero: En las presentaciones de libros, en las
ferias de libros, en las bibliotecas, los grandes ausentes son los docentes de
comunicaciones, salvo honrosas excepciones. Ni qué decir de docentes de otras
especialidades. Los grandes ausentes también son los padres, ni qué hablar de
los hijos.
Segundo: Ante una solicitud de que la Dirección Regional
Educación (DRE) comprara libros de un autor regional, la respuesta de la
directora regional fue: “No hay presupuesto para comprar libros; en cambio,
usted como autor podría donar a la DRE; de esa manera hacer llegar a los
alumnos”.
Tercero: No hay presupuesto para adquirir libros de
autores regionales, quizá por los precios bajos de cinco, diez, quince nuevos
soles; pero sí, para la adquisición de textos escolares que superan los cien
nuevos soles y que provienen de la capital.
Cuarto: Los alumnos no tienen tiempo para leer. Claro,
para leer no hay tiempo, pero sí, para pasar horas y horas en el internet,
profiriendo palabras soeces, jugando a la matanza, a la violación, a la
brutalidad, participando de pornografías. Tienen tiempo de sobra para estar en
pandillas delictivas, con el pretexto alfabético de pertenecer a equipos de la
A, de la Z, de la U, de la SH. ¿Y los padres? Mirando el cielo nebuloso, para
ver si tal vez lloverá.
Quinto: Los padres no tienen dinero para comprar un
libro, son “pobrecitos”; claro, no hay dinero para adquirir un libro de diez
nuevos soles; pero, el padre sí tiene para comprar “chelas” tres por diez y no
pasa nada.
Sexto: Los alumnos son “pobrecitos” no tienen dinero;
claro, no pueden comprar un libro de diez nuevos soles; pero, sí tienen para ir
a las cabinas de internet para maltratar su frágil mente, por montos que
superan los diez nuevos soles mensuales.
Séptimo: Los padres se molestan cuando el profesor
induce a los alumnos a comprar un libro, porque supuestamente no tienen dinero
para esas cosas, peor si son de autores regionales; porque con o sin esos
libros los alumnos son iguales.
Octavo: Hay críticos de autores regionales, que
indican supuestas falencias en las impresiones y en la calidad de los textos o
narraciones. Claro, entonces, no hay que comprar libros regionales, sino libros
de autores del otro lado de la frontera. “Ellos sí son excelentes autores”.
Noveno: ¿Está bien que las impresiones de los pocos
libros del gobierno sea tan lujosas? ¿La calidad del libro está en el papel?
¿No sería mejor la impresión en material común, para abaratar los costos y que
el libro llegue al mayor número de lectores? ¿Qué es lo que se pretende?
Décimo: La educación básicamente se adquiere mediante
la lectura y la investigación. ¿Por qué entonces se ponen trabas a la lectura
de los niños, de los jóvenes?
Décimo primero: Sugerencia: Definir una política de
lectura. Que la DRE coordine con las UGELES para que los alumnos de la región
lean autores regionales, nacionales e internacionales. En ese orden; pero, leer
o leer. Hacer un monitoreo y supervisión del cumplimiento de este acuerdo. Los
padres de familia deben comprar sí o sí los libros regionales propuestos por
los docentes.
Décimo segundo: Qué bonito: “Hijo vaya a leer”; no
sería mejor “Hijo, vamos leyendo juntos”. La educación, el hábito a la lectura
comienza en casa. Claro, no hay tiempo para leer, porque el padre tiene que
pasar horas y horas jugando a las cartas o bebiendo “quinientín” en las cantinas.
La madre, mirando la novela, que el jovencito, que la Natacha, que ya la besó,
está embarazada, le está sacando la vuelta, etc, etc. El hijo suelto en plaza,
también se va a las cabinas de internet, a ocupar las veredas de las calles en
masa, mejor dicho a no hacer nada, menos a leer. Así es la lectura en San
Martín.
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