Con “baladora” en mano los niños de siete y
ocho años perseguían a los Pucushqueros y Tomás Concheros, que cantando de rama en rama se alejaban. Volaban a otro
árbol de Caimito, de Ushún, de Sapote o de Cedro, que solitarios daban sombras
a los ganados bovinos del pasto. Algunas aves engolosinadas en sus cantos
madrugadores, eran alcanzadas por las piedras de las “baladoras”, cayendo cual
hoja seca al colchón de pasto natural. Otras, solo adoloridas por la piedra en
un ala, corrían a saltos siendo alcanzadas por la turba de niños. Estas aves
eran desplumadas, desviceradas, saladas y sartadas en un palito. Así colocaron
a la brasa de la “tuchpa”, que emanaba altas temperaturas, de los carbones
rojizos de los trozos de leña Capirona.
Los cantos de los Pucushqueros se daban por
lo general en los amaneceres frescos de la selva virgen, junto a los cantos de
los Manacaracos y Tocones. Los niños estaban atentos para identificar el árbol
donde los Pucushqueros cantaban sus trinos maravillosos. Los meses de
vacaciones, en la chacra, los niños ayudaban en los quehaceres rurales; y en
los momentos libres, como el tiempo previo al desayuno, se juntaban para ir de
“caza”, allí nomás, en la huerta, en el pastizal, en los árboles circundantes a
la casa, donde las personas mayores parlotean, como preámbulo al momento del
desayuno.
El Pucushquero, como también sus parientes
el Pipito, el Suy Suy, el Vaca Muchacho, el Yurac Chupa, el Rimurucu, que antes
eran habitantes de las chacras, junto a los campesinos; ahora, estas hermosas
aves forman parte también de las urbes selváticas. Es más, el canto del
Pucushquero ya no se da en los frescos amaneceres de décadas atrás; sino, el
armonioso trinar de cientos de Pucushqueros, irrumpen el ambiente urbano entre
la media noche y las tres de la madrugada. “¿Qué va pasar? ¿Será mal agüero?”
Pronostican algunas personas. Aunque otras simplemente ni siquiera se dan
cuenta del cambio del comportamiento del Pucushquero.
Las luces públicas nocturnas iluminan los
pocos arbustos de las calles, donde los Pucushqueros construyen sus casitas de
palitos y hojas secas. Allí pasan la noche. Estas luces artificiales han
cambiado sus hábitos naturales y tras severa confusión con el advenimiento de
la aurora matinal, emiten sus compasados trinos, tratando de ser los primeros
anunciadores del nuevo día, informando a sus congéneres vecinos que están vivos
y alegres, para empezar con las faenas alimenticias de los polluelos y la caza
de insectos voladores para la alimentación.
Quizá el Pucushquero esté viviendo mejor en
el ámbito urbano, al amparo de los pocos arbustos que adornan las calles; en
vez de soportar el infernal calor de las áreas rurales, exentas de especies
arbóreas, porque los humanos, en su intento de realizar mala agricultura, han
dejado estas áreas solo con Shapumbas y Cashucshas, sin árboles, sin riachuelos
y sin suelo. El canto del Pucushquero, debe hacer sobresaltar a los que duermen
el sueño de la ignominia por acabar con la hermosa selva.
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