miércoles, 2 de junio de 2010

¿ Se necesitan mas carreteras ?


( Rubén Reátegui Sánchez )

En el imaginario popular san martinense se suele asociar “el desarrollo” con la construcción de carreteras y la ampliación de la frontera agrícola. Y de ese sentido común se valen algunos políticos para tratar de ilusionar a sus electores con una serie de vías interregionales. Por ello, hay la necesidad de diferenciar entre lo que significa para San Martín la carretera marginal de la selva y lo que pueden significar estas otras vías.

Cabe recordar, que hasta antes de la Carretera Marginal, San Martín y toda la y toda la amazonía era un espacio territorial aislado del resto del país. En ese sentido, la construcción de esta carretera se justificaba plenamente en tres propósitos esenciales: Integrar a la población de esta región al conjunto nacional, aprovechar sus recursos naturales en beneficio del país y dinamizar su economía regional. La sapiencia de su propulsor el Arq. Fernnando Belaúnde Terry, queda plasmada en el diseño de la misma. El Presidente Belaúnde planifica una carretera que recorriendo la vertiente oriental de los andes, interconecte sus valles y áreas agrícolas principales con el resto del país.
Y por diversos testimonios, se sabe que realiza varios vuelos en helicóptero para auscultar el área geográfica menos agreste y más baja por donde atravesaría la cordillera de los andes. De esta manera, la carretera que hoy merecidamente lleva su nombre, en lo que concierne a San Martín, recorre los dos valles principales de la región, el Mayo y el Huallaga, articulando a sus tributarios menores y a los centros poblados ubicados en ellos, así como, dando salida a nuestra región hacia la Costa Norte y por el Sur hacia Lima.

Sucede que, todo “desarrollo” trae también consecuencias negativas. Así, según Marc Dourojeanni, ex Jefe de Medio Ambiente del BID y autor de “Amazonía Peruana 2,021”,la construcción de vías en áreas boscosas ”generan una deforestación de entre 30 y 100 Kms. a cada lado de la carretera” y, en este momento” ya está degradado con certeza entre el 50 y 60% del área forestal de nuestra selva”.En descargo de la carretera Fernando Belaúnde debemos afirmar que ésta era y es imprescindible, y que gran parte del área deforestada en su recorrido son-según los agrónomos-tierras con aptitud agropecuaria.

Lo que no podemos justificar ni dejar pasar, es el paquete de carreteras interregionales programadas por los actuales inquilinos del GORESAM. Estos señores de la prometida “Región Verde”,los mismos que se aprovechan con los proyectos ambientales de la cooperación internacional, son los que ahora hablan de la “Región bisagra” entre Loreto y la Costa, para tratar de darle sentido a sus acuerdos con el Gobierno Regional de La Libertad sobre la construcción de carreteras Shunté-Pataz y Juanjuí-Trujillo. Son los mismos que en la década del 80 atizaban con el FEDISAM la consigna de “Región Autónoma” y que ahora plantean la integración con Amazonas teniendo como eje la construcción de una carretera Soritor-Chachapoyas. Y otros demagogos más proponen otras vías: Saposoa-Rodríguez de Mendoza, Uchiza-Ancash, Lamas-Barranquita, Picota-Contamana y de yapa un ferrocarril Iquitos-Yurimaguas-Lima.

Si ya tenemos la carretera Fernando Belaúnde, que necesidad hay de esas otras vías. ¿Cuál es la producción que sacarán por ellas?,¿Cuál es el costo-beneficio de su construcción?,¿Cuánto su rentabilidad económica a futuro?. Lo único que está claro es que cada una de ellas puede producir un desastre ecológico. Y de seguro, solo servirían para ampliar las fronteras del narcotráfico y llenar los bolsillos de las empresas constructoras y de quienes reciben la coima.

Por otro lado, hay que tener en cuenta la construcción y mantenimiento de estas vías que tienen un alto costo. Así, la carretera Fernando Belaúnde va a cumplir 50 años sin terminarse de asfaltar, y a pesar de la “bonanza económica” actual, en el tramo que corresponde a San Martín, se avanza “a paso de tortuga”,y quien creería en otro país, por un solo frente y a cargo de una sola empresa. De manera que los $ 800 millones que costaría el “sueño” del ferrocarril, es solo eso, una quimera.
Con la mitad de ese dinero invertido a lo largo de 20 años, podríamos implementar una educación de primer nivel, a la altura de los pàíses del primer mundo, para todos los chicos de San Martín. Y para los próximos 50 años, hay que pensar en otro tipo de desarrollo, enganchar a San Martín a las nuevas corrientes del progreso mundial, recuperar el bosque y a nuestros ancestros, hacer negocios preservando sus recursos, desarrollar el ecoturismo y la investigación en biotecnología y energías limpias. Solo así, creando riquezas, quizás dentro de 50 años, podremos financiar un ”tren bala” con un túnel trasandino.

Carlos Velásquez Sánchez

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