miércoles, 22 de enero de 2014

AÑO ELECTORAL

Luis Ordóñez

Año electoral, año cargado de ilusiones. Hay la percepción que en este nuevo año se concreticen proyectos que satisfagan algunas necesidades de las poblaciones y de las familias; sin embargo, existe de por medio el proceso electoral, para la renovación de autoridades locales y regionales.

En un año electoral, las actitudes de las autoridades y el manejo de las economías públicas generalmente traspasan los cánones normales. Por un lado, las autoridades se sienten sorprendidas que tan pronto pasaron tres años de gestión y que solo falta un año para terminarla. Que, en la mayoría de las veces la autoridad percibe no haber satisfecho a su población. Que hay personas, amistades y familiares que ya no muestran similar empatía como antes de las elecciones anteriores; ahora, están inclinadas a apoyar a otras personas. Que muchos pobladores perciben que la autoridad no ha cumplido con los ofrecimientos. Que muchos pobladores se sienten molestos, porque la autoridad no ha cumplido con los requerimientos laborales, de apoyo directo como persona; en fin, estos pobladores apoyaron al candidato con la condición específica de reciprocidad. La actitud generalmente de estas personas, es decidir el apoyo político a otro candidato, a otra agrupación política. Pocas son las personas que apoyan a un candidato, a una agrupación política, por una firme convicción, de que aquel gobierno cubrirá las expectativas de desarrollo de la comunidad donde viven. El interés por la comunidad, de muchos candidatos o autoridades y de un grueso de la población, queda relegado a un segundo o tercer plano, o simplemente está fuera de “agenda”.

En años o décadas precedentes, cuando los gobiernos locales recibían menguadas migajas de Foncomún. Cuando los gobiernos regionales simplemente eran transitorios sin recursos económicos. Cuando el gobierno nacional era, para variar un poco: Inelegible, para vergüenza de todos los peruanos; con una Sunat sin presencia; con una devaluación monetaria sin precedentes, cuando en un quinquenio se devaluó por completo una moneda y se tuvo que cambiar por otra; cuando la inflación se encontraba en las nubes, originando el cambio de los precios de los productos a diario, llegando a valores de cinco dígitos de inflación, diferente a la de ahora que solo tiene un dígito de inflación anual; cuando el narcotráfico campeaba casi todas las ciudades del país, vendiéndose motocicletas, cervezas, carros y artefactos por montones; con vuelos internacionales de droga de diferentes ciudades del país, con el pleno conocimiento de las autoridades pertinentes; con dos principales grupos subversivos que llegaron a matar alrededor de sesenta y cinco mil ciudadanos peruanos inocentes, solo por no aceptar sus burdos lineamientos politiqueros, dice de izquierda; con torres eléctricas de alta tensión derribadas; con puentes destruidos; con carreteras malogradas; edificios destruidos con coches bombas; con autoridades temerosas que en cualquier momento serían víctimas de asesinato, solo por ser autoridades. Con escuelas y postas médicas de  pésimas infraestructuras. Es decir, un gobierno nacional en completa bancarrota, sin dinero, sin una visión clara de desarrollo y sin el coraje de poner en orden los destinos del país. En aquellos años, emergían líderes naturales, con la convicción clara de trabajar por el desarrollo de su comunidad, aun a sabiendas la escasez de dinero en todos los niveles de gobiernos; sin embargo, el inmenso grado de emoción social que experimentaban, ha permitido desarrollar sus capacidades, en franca armonía con sus comunidades, como propugnaron los incas y luego el Presidente Belaúnde. Esta participación comunitaria, como hasta ahora siguen haciendo los caseríos, por ejemplo en la limpieza de sus caminos comunales, fue una práctica que reemplazaba a la tributación monetaria.
En un año electoral, los pobladores deben mostrarse serenos, a fin de no acceder con facilidad al campo magnético del dinero, de regalos, de chillona propaganda. ¿Por qué un candidato despilfarra excesiva cantidad de dinero en una campaña electoral? ¿El despilfarro de dinero es por el bien de su comunidad? ¿Acaso el despilfarro de dinero en una campaña no es un lenguaje claro de las intenciones comerciales del candidato cuando alcance su objetivo? El ejemplo evidente actual es el nivel de los congresistas. En su mayoría fueron seleccionados por dinero. Ahora muestran con sus actos las intenciones que tenían de candidatos. Entonces, el despilfarro de dinero que hicieron los candidatos al congreso en sus campañas no fue por el cariño que tenían a su respectiva comunidad.

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