Luego del torbellino de
dulzura, como para prolongar esta vida maravillosa, la pareja decide
formalizarse mediante el matrimonio. No, no solo con el matrimonio civil, sino
también con el religioso, porque este amor es tan grande, inigualable, que no
se puede casar a medias; se casa bien, con todas las de la ley humana y
Espiritual, o simplemente no se casa. Así es la promesa del varón para con la
bella señorita.
La infidelidad es un
tema, la lealtad es otro. Nadie en su sano juicio puede afirmar que la
infidelidad es buena. De ninguna manera; pues, es una forma de traición a la
pareja. Sin embargo, entendidos saben diferenciar entre la infidelidad y la
lealtad; en el sentido que la infidelidad se refiere a un traspié efímero,
pasajero, sin asumir ningún tipo de compromiso con la tercera persona. Es decir
el infiel cae en infidelidad en cuerpo sin exponer en absoluto a la pareja.
Cuando ya se traspasa esa barrera, de incluir de a pocos a la tercera persona
en el seno familiar, allí es cuando la infidelidad se mezcla con la deslealtad
y el pomposo matrimonio de ayer se diluye con facilidad, como un bloque de
suspiro en la boca. Esta ruptura no fue prevista ni anunciada cuando el varón
propone los dos matrimonios a la mujer. ¿Cómo puede convertirse ahora en amarga
hiel lo que ayer fue dulce miel? ¿Tan fácilmente puede cambiar un varón?
Ayer la mujer fue la
flor, la más bella del planeta, la futura madre ideal para los hijos; sin
embargo, con la llegada espontánea de la tercera persona intrusa, la flor de
ayer ahora está marchita, la más bella es la más fea (Gorda, con rollos, no se
arregla como antes); no es una buena madre; no es buena esposa porque no lava
los pies del santo esposo. En fin, los cientos de halagos de ayer, ahora se
convirtieron en cientos de críticas. “Esta mujer no hace nada de bueno. Todo lo
que hace es malo. No trata bien a los hijos…etc”. ¿Cómo la esposa podría
cambiar, si antes era una maravilla, ahora es todo un desastre, así por sí, por
la nada? ¿Puede un varón en su completo raciocinio, llenar de críticas a su
esposa ante otras personas? ¿Por qué entonces, esas críticas no fueron
anunciadas en el dulce noviazgo? ¿Ese es un comportamiento de un varón en sus
completos cabales? ¿Una esposa no tiene derecho a molestarse cuando el esposo,
que prometió fidelidad, le es infiel con otra mujer, con conocimiento de otras
personas?
En todo caso, es de
caballeros reconocer el error de estar cometiendo la infidelidad; pero, es de
caballeros en sus completos cabales también, cortar en el acto y re enrumbar la
vida familiar en paz, propendiendo la unidad, en base al amor de Dios, quien
será El Guía y artífice permanente de la felicidad del hogar; pues, la familia
necesita padres unidos en el amor, para brindar a los hijos, la seguridad que
necesitan durante su formación.
No es raro escuchar a la
madre y demás familiares del infiel, que el acto de infidelidad del hijo es por
herencia, porque los abuelos hacían lo mismo. ¿Qué es lo quiere decir la madre
del infiel cuando habla de esa manera? ¿Qué la infidelidad del hijo está bien?
¿Estará bien entonces cuando la esposa le es infiel a su hijo, bueno, porque
las abuelas hacían lo propio? Si socialmente se acepta la infidelidad hasta
cierto grado sin llegar a la deslealtad, se supone esta aceptación se refiere
al varón y a la mujer, en iguales condiciones, o solamente al varón, o
solamente a la mujer.
En realidad, ninguna
infidelidad termina bien: Hay ruptura del hogar, dejando a los hijos sin uno o
sin ninguno de los progenitores; hay huella imborrable de la pareja sometida,
que quizá en algún momento aflore con actos similares de venganza. Hay varones,
que acudiendo al nefasto machismo, limitan o no proporcionan nada de dinero a
la esposa, para someterla a callar y aguantar la vejación moral, social.
La mujer debe ser libre,
en igualdad de condiciones que el varón. Hombre que no aprovecha el sexto
sentido de la mujer, en la conducción del hogar, es un completo tonto, un
retrógrado, un ambiguo.
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