Luis Ordóñez
jun 11
Y son los propios jóvenes varones quienes expelen interjecciones despectivas de “tío” o “viejo”, refiriéndose a un caballero mayor de edad. Quizá la aureola de energía que le rodea, le nubla la empequeñecida mente, que poco se da cuenta que ayer no más fue un niño y que mañana será tan andado como aquel a quien se refiere de esa manera desdeñosa.
No en vano fue la respuesta: ¿“tanta confianza tienes con tu mamita sobrinito”?, de una persona mayor, a un joven profesor, que de repente, entre broma, le decía en repetidas oportunidades y delante de gente: “tiito madurito”.
En la práctica del fulbito, los jóvenes reniegan del compañero mayor, cuando no reacciona igual que ellos: “ya pues tío, juega bonito”; “sáquenle del equipo a ese viejo”; “que vaya a curar su rumasho ese viejo”.
En la calle, el motocarrista ofrece sus servicios: “motocar tío”; “tío, aquí hay motocar”.
El hijo: “mi viejo está en casa”; “no le digas a mi viejo”. ¿Por qué no dice papá, con orgullo?
La persona mayor se merece todo el respeto. En vez de decirle tan malcriadamente “tío”, dile Señor. Si no reacciona igual en la cancha de fulbito, no tiene usted, ningún derecho de recriminarlo, por que pronto estará usted en la misma condición.
El tiempo cuenta. Con seguridad, esa persona mayor es un padre. Esa persona es respetada por su esposa, por sus hijos. Esa persona representa un hogar, una familia; y es el responsable moral, espiritual, económico y educativo de la misma. Esa persona lleva a cuestas, la inmensa responsabilidad de la formación de sus hijos. Esa persona está en el corazón de su esposa, de sus hijos, de sus hermanos y sus padres. Esa persona, para llegar a lo que es, ha luchado arduamente por su propia vida, en su formación, para que ahora ya esté dando lo que tiene en la formación de los suyos.
Esa persona, respetada y querida por muchas personas, se merece todo el respeto de usted y de todos los seres humanos. A usted, jovencito, persona en formación, no le asiste el mínimo derecho de faltarle de respeto a esa persona, a ese padre. No le cuesta absolutamente nada tratarle con respeto, ¡oh si! Encuentra alguna diferencia: “Señor le ofrezco mi movilidad”, con “tío le ofrezco mi movilidad”. Al decirle “tío”, además de recibir una maldición interna, pierdes un cliente. Respetemos al hombre adulto, está lleno de sabiduría y amor. El hombre adulto es un padre y podría ser su propio padre. ¡Feliz día del padre!
No en vano fue la respuesta: ¿“tanta confianza tienes con tu mamita sobrinito”?, de una persona mayor, a un joven profesor, que de repente, entre broma, le decía en repetidas oportunidades y delante de gente: “tiito madurito”.
En la práctica del fulbito, los jóvenes reniegan del compañero mayor, cuando no reacciona igual que ellos: “ya pues tío, juega bonito”; “sáquenle del equipo a ese viejo”; “que vaya a curar su rumasho ese viejo”.
En la calle, el motocarrista ofrece sus servicios: “motocar tío”; “tío, aquí hay motocar”.
El hijo: “mi viejo está en casa”; “no le digas a mi viejo”. ¿Por qué no dice papá, con orgullo?
La persona mayor se merece todo el respeto. En vez de decirle tan malcriadamente “tío”, dile Señor. Si no reacciona igual en la cancha de fulbito, no tiene usted, ningún derecho de recriminarlo, por que pronto estará usted en la misma condición.
El tiempo cuenta. Con seguridad, esa persona mayor es un padre. Esa persona es respetada por su esposa, por sus hijos. Esa persona representa un hogar, una familia; y es el responsable moral, espiritual, económico y educativo de la misma. Esa persona lleva a cuestas, la inmensa responsabilidad de la formación de sus hijos. Esa persona está en el corazón de su esposa, de sus hijos, de sus hermanos y sus padres. Esa persona, para llegar a lo que es, ha luchado arduamente por su propia vida, en su formación, para que ahora ya esté dando lo que tiene en la formación de los suyos.
Esa persona, respetada y querida por muchas personas, se merece todo el respeto de usted y de todos los seres humanos. A usted, jovencito, persona en formación, no le asiste el mínimo derecho de faltarle de respeto a esa persona, a ese padre. No le cuesta absolutamente nada tratarle con respeto, ¡oh si! Encuentra alguna diferencia: “Señor le ofrezco mi movilidad”, con “tío le ofrezco mi movilidad”. Al decirle “tío”, además de recibir una maldición interna, pierdes un cliente. Respetemos al hombre adulto, está lleno de sabiduría y amor. El hombre adulto es un padre y podría ser su propio padre. ¡Feliz día del padre!
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