Luis Ordóñez
La primera obra del gobernante debe ser de carácter SOCIAL. “Armonizar la comunidad”. Durante la campaña electoral, se producen rozamientos sociales, entre las agrupaciones o partidos políticos intervinientes; entre barrios, sectores, ciudades, familias e incluso entre los integrantes de una misma familia. Es que, las personas que están en campaña, tratan de convencer a otras personas para que piensen de manera similar y como consecuencia sufraguen por su movimiento político. Los grupos se mueven como masas de aire, unos por este lado, otros por el otro lado. Los movimientos de masas humanas no siempre van en la misma dirección; entonces, es allí cuando se producen los naturales rozamientos sociales.
Conocedores de esta realidad, se expone a la población, para que los gobernantes tomen en cuenta esta prioridad, propendiendo a la armonización de su comunidad. Con ella, se logra que la población participe en la elaboración de planes, en la ejecución y fiscalización de los proyectos (obras). Es quizá relativamente fácil dividir a la población, en comparación a unirla; pero, mucho más difícil es mantener la unidad por tiempo prolongado. El líder, la autoridad, tiene precisamente la obligación de asumir ese reto. Generalmente lo bueno, es difícil. El pueblo quiere, exige, pide que todo sea bueno; por tanto, la autoridad debe hacerlo, si o sí. Para eso, el líder debe encontrar las estrategias, emplear las tácticas; buscar las personas apropiadas y los momentos propicios para procurar cumplir con ese gran anhelo de la comunidad. El candidato ganador de una elección democrática, debe mostrarse siempre como es. No cambió nada. No se ha convertido en dios. No es ahora un mago, un superhombre, un superdotado. Lo que ahora tiene sí, son toneladas (si vale la comparación) de compromiso, de responsabilidad, sobre sus pequeños hombros. Este peso no debe procurar llevar solo durante su gestión. Este peso debe compartirlo con los regidores, consejeros, trabajadores de la institución; y sobre todo, con la comunidad. Ah, para que pueda solicitar el apoyo de compartir llevar este peso, la autoridad necesita contar con las puertas abiertas de las casas de los pobladores. Y no solo las puertas de las casas; sino, fundamentalmente las puertas de los corazones de la gente. Por eso, el valor incalculable de la primera obra: armonizar la comunidad.
Conocedores de esta realidad, se expone a la población, para que los gobernantes tomen en cuenta esta prioridad, propendiendo a la armonización de su comunidad. Con ella, se logra que la población participe en la elaboración de planes, en la ejecución y fiscalización de los proyectos (obras). Es quizá relativamente fácil dividir a la población, en comparación a unirla; pero, mucho más difícil es mantener la unidad por tiempo prolongado. El líder, la autoridad, tiene precisamente la obligación de asumir ese reto. Generalmente lo bueno, es difícil. El pueblo quiere, exige, pide que todo sea bueno; por tanto, la autoridad debe hacerlo, si o sí. Para eso, el líder debe encontrar las estrategias, emplear las tácticas; buscar las personas apropiadas y los momentos propicios para procurar cumplir con ese gran anhelo de la comunidad. El candidato ganador de una elección democrática, debe mostrarse siempre como es. No cambió nada. No se ha convertido en dios. No es ahora un mago, un superhombre, un superdotado. Lo que ahora tiene sí, son toneladas (si vale la comparación) de compromiso, de responsabilidad, sobre sus pequeños hombros. Este peso no debe procurar llevar solo durante su gestión. Este peso debe compartirlo con los regidores, consejeros, trabajadores de la institución; y sobre todo, con la comunidad. Ah, para que pueda solicitar el apoyo de compartir llevar este peso, la autoridad necesita contar con las puertas abiertas de las casas de los pobladores. Y no solo las puertas de las casas; sino, fundamentalmente las puertas de los corazones de la gente. Por eso, el valor incalculable de la primera obra: armonizar la comunidad.
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