martes, 30 de noviembre de 2010

CAMPAÑA ELECTORAL Y LOS DESEMPLEADOS


La propaganda política electoral se realiza por diferentes medios, desde los spots radiales y televisivos, las inscripciones del nombre del candidato en las paredes de las calles y plazas, hasta el pegado de afiches con el símbolo y rostro risueño del candidato a la presidencia o el número de postulación del aspirante al Congreso, más la mejor “foto”. Pero, se ha preguntado Ud. Amigo ¿Quiénes son esas personas dedicadas a esa labor de poner en evidencia la voluntad persuasiva de los mismos en la campaña electoral?.

Existe una sucesión innumerable de desempleados egresados de los Institutos y las Universidades que forman una legión de esperanzados postulantes que han visto en estas elecciones generales como la mejor estrategia para conseguir un puesto de trabajo. El procedimiento es sencillo, se inscriben en un partido político y se ponen al servicio de la misma, aportando dinero o saliendo todos los días a diferentes lugares de la región,.con la finalidad de conseguir mayores adhesiones a las ideas del candidato y claro está, mayores votos. Eso, es lo que ocurrió con Alejandro Toledo cuando asumió el poder, increíbles colas de desempleados con el carnet del partido en la mano, más otras credenciales de haber sido personeros, reclamaban trabajo como un derecho obtenido producto del trabajo proselitista en la campaña electoral, generando el clientelaje político, y parece que volveremos a ser testigos de la misma historia.

Hay una inmensa cantidad de desempleados apristas, humanistas, fujimoristas y demás colores políticos que pintan paredes, pegan afiches, gritan en las calles, salen con sus camiones a las comunidades con un sueño y verdadero objetivo: conseguir trabajo a cualquier costo. Y el candidato al Congreso ganador o el Presidente triunfante “se lo tiene que dar”, esa es la consigna, incluso se conversa con anterioridad de ese compromiso. No es raro escuchar” dice que me va a dar chamba”.”por la chamba, nomás estoy saliendo a pintar”.

Entre las experiencias políticas de nuestro país, el clientelaje político es el que más daño ha hecho a nuestra incipiente institucionalidad gubernamental, allí es donde siempre se han refugiado los ocasionales propagandistas y como siempre se ha obviado y dejado de lado a profesionales capaces, que por no haber participado en la campaña electoral son desplazados y marginados. Con esto, la corrupción institucional del estado, está nuevamente a la vuelta de la esquina. La clase política nacional y regional no parece reconocer que la corrupción producto del clientelaje político corroe la cultura democrática. Nada desmoraliza tanto a una opinión pública como comprobar que aquellos a quienes se han elegido en los comicios electorales libres para ocupar cargos públicos, utilizan estos cargos para traficar con los puestos de trabajo. Porque esta forma de hacer política, es una forma de abrir las puertas a la corrupción, que ahora los candidatos aún dicen combatir.

Carlos Velásquez Sánchez

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