“Yo soy el jefe”. “Yo podría ser el jefe de esta persona mayor”. Vaga en el espacio esponjoso ego de pecho inflado, que es el jefe y podría ser el jefe de un significativo número de personas, aún mayores y quizá de mejores condiciones académicas. Muchos llegan a ocupar el cargo de jefe por aras del destino o circunstancias imprevistas. Ocupando ese cargo creen que ya llegaron al tope de su proyecto de vida como persona. Y, por ocupar el cargo de jefe, muestran soberbia, cambiando su forma de hablar, gestos y miradas. Lo peor, algunos creen que son dueños del personal a su cargo. Otros tratan con falta absoluta de respeto. No hay ninguna necesidad de alardear a los cuatro vientos, que es el jefe; y “mire usted, las miles de personas en la extensa explanada que están bajo mis órdenes”. ¡Qué admiración! ¡Qué suceso histórico y raro! ¡Qué revolución! ¡Qué maravilla insólita!
Quien ocupa el cargo de jefe, por méritos, concursos o por circunstancias de la vida, lleva la inmensa responsabilidad de liderar el grupo de personas que trabaja con él (ella). Liderar no significa solo ordenar, disponer; sino compartir los detalles del trabajo que se está desarrollando. Liderar significa encontrar argumentos suficientes para dar la mejor solución a los problemas. Liderar significa conocer no solo el mecanismo a veces autómata del trabajo, que lo podría hacer también un robot; sino, el líder debe conocer los temas básicos de la vida, referidos a la geografía, historia, antropología, arqueología, medicina, política, negocios. Por que todo centro laboral, público o privado, está inmerso en la sociedad, en una comunidad. El líder debe ser ambicioso de conocimientos, ocupar su tiempo en lograr la adquisición del avance de la ciencia, el arte, la cultura. El líder no debe circunscribir su vida solo al manejo laboral, que hasta es repetitivo; y, por que conoce solo esos temas, se embriaga con esa mecánica y cree que es el descubridor de la pólvora y todos deben tributarle pleitesía. Otros jefes dedican alto porcentaje de su tiempo al juego de azar como hacen muchas personas que manejan algunos soles.
Los jefes que ocupan su tiempo en juegos de azar y otras actividades improductivas, no han tenido la oportunidad de incrementar su bagaje cultural; entonces, tratan de cubrir esa deficiencia con sus actitudes soberbias y malcriadas con las personas a su mando y familiares. Entonces, son jefes mediocres.
Quien ocupa el cargo de jefe, por méritos, concursos o por circunstancias de la vida, lleva la inmensa responsabilidad de liderar el grupo de personas que trabaja con él (ella). Liderar no significa solo ordenar, disponer; sino compartir los detalles del trabajo que se está desarrollando. Liderar significa encontrar argumentos suficientes para dar la mejor solución a los problemas. Liderar significa conocer no solo el mecanismo a veces autómata del trabajo, que lo podría hacer también un robot; sino, el líder debe conocer los temas básicos de la vida, referidos a la geografía, historia, antropología, arqueología, medicina, política, negocios. Por que todo centro laboral, público o privado, está inmerso en la sociedad, en una comunidad. El líder debe ser ambicioso de conocimientos, ocupar su tiempo en lograr la adquisición del avance de la ciencia, el arte, la cultura. El líder no debe circunscribir su vida solo al manejo laboral, que hasta es repetitivo; y, por que conoce solo esos temas, se embriaga con esa mecánica y cree que es el descubridor de la pólvora y todos deben tributarle pleitesía. Otros jefes dedican alto porcentaje de su tiempo al juego de azar como hacen muchas personas que manejan algunos soles.
Los jefes que ocupan su tiempo en juegos de azar y otras actividades improductivas, no han tenido la oportunidad de incrementar su bagaje cultural; entonces, tratan de cubrir esa deficiencia con sus actitudes soberbias y malcriadas con las personas a su mando y familiares. Entonces, son jefes mediocres.
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